Schuster, estar, estaba. Pero ya no en el centro del centro del campo, sino en la grada; o en su casa. Por ello, con su ausencia en la mitad de los partidos pasaba algo previsible: que los atacantes del FC Barcelona corrían de un lado a otro como pollos sin cabeza.

El equipo de Terry Venables, desde la llegada de este en 1.984 como recambio de Menotti, había alcanzado logros importantes. Ya sin Maradona y con el rubio alemán asentado tras cuatro cursos como principal actor foráneo, el conjunto acabó ganando la Liga 84/85 (la última databa de 1.973, con un Cruyff jugador) y fue finalista de Copa de Europa por segunda vez en la historia un año después (la única fue la del 61, perdida frente al Benfica en Berna). Lo que parecía más importante de esto era la consecuencia: el FC Barcelona volvía a ser respetado.

Pero en la trágica final de mayo del 86 frente al Steaua de Bucarest, Schuster fue sustituido y molesto decidió abandonar el estadio antes de que acabase el encuentro, faltando así al respeto a sus compañeros. De ahí en adelante y con un Terry Venables haciendo gala de una integridad secundada por el presidente Núñez, el teutón (en su mejor momento, aún con 27 años) pasó un curso en blanco, situación que sólo la destitución del míster a inicios de la siguiente campaña permitió revertir.

Venables y Schuster (foto:blaugranas9
Venables y Schuster (foto:blaugranas9

Para la 86/87 y habiendo alzado únicamente la extinta Copa de la Liga, el Barça se había reforzado con jugadores de gran nivel, pero quizá faltó que la mayor apuesta fuera en la posición acertada. La exclusión de Bernd demandaba un mediocentro igual de dominante. Alguien a quien darle la pelota cuando las cosas iban bien, pero sobre todo cuando se torcían. El capital principal se invirtió arriba, para marcar, y en la portería, para detener; pero no donde realmente se deciden la mayoría de las temporadas: en el epicentro del juego. 

Llegaron los delanteros Lineker (Balón de Plata 1986) y Hughes, estrellas consolidadas en Gran Bretaña, y Zubizarreta para tomar el testigo de Urruti. Archibald, el fichaje sorprendente y grato a la llegada del entrenador, ya cumplía los treinta y el ataque que formaba con Carrasco sería ahora complementado y, sin duda, mucho más potente. Pero en el eje quedaba huérfano Víctor Múñoz, volante incansable que adolecía de la estela y la capacidad de distribución de Schuster. Su nuevo acompañante sería Robert, que con 24 años llegaba del Valencia y acabaría siendo trascendental en los primeros éxitos de Johan Cruyff a finales de década, actuando como escudero de Milla, Koeman o Amor circunstancialmente. Sus estadísticas de ese año, pese a ser destacadas, dejan a las claras que su aportación era más en transición hacia el área rival que en labores puramente organizativas. Robert acabó con 10 goles, siendo el segundo máximo anotador de la plantilla (tras Lineker, que hizo el doble). Era muy útil, pero la sombra de Schuster alrededor de los restantes compañeros de terreno resultó ser demasiado alargada. 

La zona media continuaba cerrándola otro mito español de los ochenta, un Ramón Calderé que seguía haciendo su función de mediapunta todocampista. De los cuatro medios azulgranas, Víctor, Calderé y Carrasco habían acudido a la reciente cita de México ´86, pero Gallego y Francisco eran, allí en la Selección, quienes organizaban el grupo de Miguel Muñoz. En aquel Barça de 1986, todos miraban apresuradamente hacia delante.

En síntesis, lo que faltó fue lo que suele faltar siempre a los equipos que no enlazan cinco partidos seguidos a un nivel estable: un mediocentro de manual. Ahora, los azulgranas te podían destrozar en ataque en un partido rápido tanto como podían sufrir derrotas extrañas por falta de fluidez en la circulación de balón.

Fichajes (fotomundodeportivo)
Fichajes (fotomundodeportivo)

En febrero del 85, mediada la campaña anterior, una de las derrotas más duras que soportaron los de Venables fue contra la UD Las Palmas en el Estadio Insular. Ese día no jugó Schuster (lo sustituyó Sánchez) y los amarillos acabaron venciendo por 3-0 en un partido de ida y vuelta, gracias a tres tantos en jugadas a balón parado. Ahora, ya en el curso 86/87 e igualmente sin Schuster (jugó Robert y entró luego el canterano Nayim en su lugar), Las Palmas visitaría el Camp Nou a probar fortuna. ¿Estarían entonados los numerosos internacionales de Venables? Esta vez la moneda caería de la cara opuesta, y a los entrenados por el húngaro Ferenc Kovacs les tocaría sufrir una de las inspiradas tardes del último Barça del técnico inglés. El 25 de agosto de 1986, el FC Barcelona y la UD Las Palmas formaron así:

Barça: Zubizarreta/ Gerardo-Migueli-Moratalla-Julio Alberto/ Víctor Muñoz-Robert-Pedraza-Calderé/ Lineker-Hughes

Las Palmas: Pérez/ Sergio-Javier-Juanito-Felipe/ Maye-Narciso-Mini-Contreras/ Saavedra-Andrés

El partido fue el primer festival ofensivo del equipo en la temporada. Liderados por un espectacular Lineker que hizo dos goles, la UD Las Palmas se llevó cuatro para las islas. Gerardo y Hughes sumaron los restantes. El Barça acabaría el año sin títulos y segundo en Liga, tras el imponente Real Madrid de la Quinta. Las Palmas en el puesto catorce, aguantando un año más en la máxima categoría, que sería el último, dado que en la 87/88 cerrarían la tabla y confirmaría un descenso que se alargaría más de una década.

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