Los más jóvenes del lugar seguramente no lo recuerden pero, tras una temporada donde el club se ve sumido en una profunda crisis debido a sus problemas institucionales, los jugadores encabezados desde el banquillo por Carlos Orue casi consiguen el milagro del ascenso a Segunda.

Encierros de los futbolistas reclamando sus sueldos, ayuda del Betis para salvar el Trofeo Carranza o fichajes inexistentes, son algunas de las situaciones vividas incluso antes de empezar la temporada. Los resultados deportivos parecían lo de menos mientras tantos años de historia pendían de un fino hilo.
El equipo,ante todo pronóstico y tras una racha de 18 partidos sin perder, logra quedar campeón del grupo IV y disputar la liguilla de ascenso donde queda encuadrado ante el Zamora, Amurrio y Nástic. Tras perder en Tarragona el primer partido y ganar al Zamora los dos enfrentamientos, el Cádiz necesitaba ganar al Nástic en casa para buscar la primera plaza del grupo.

El Ramón de Carranza era una auténtica caldera esa tarde de junio de 2001, Fondo Norte apretaba y se convertía en un infierno desde el calentamiento para el equipo rival. El nerviosismo se hacía patente en los jugadores del equipo catalán hasta que en el minuto 11 del encuentro, una cesión de la defensa hacia el portero Oliva, se convertiría en el gol cadista por una patada al aire del guardameta, que no conseguiría contactar con el balón hasta introducirse en el fondo de la portería. Desde aquel momento ese sería llamado para siempre "El Gol de la Afición".

Aquel gol servía para ganar el partido pero no para conseguir finalmente el ansiado ascenso a la división de plata, pero demostraba que, si hay un campo y una afición capaz de conseguir un gol por sus jugadores, esa era la afición cadista.