Alejado de estereotipos modernos, Jandro Orellana se eleva como el fragmento preciso de un equipo que no se entiende sin él. A punto de cumplir los 20 años, el de Gavà ha logrado convertirse en una pieza inamovible en el encerado de García Pimienta. Vestido como un futbolista exquisito, todo el juego del Barça B pasa por sus botas para seguridad del escuadrón. Es de aquellos futbolistas que escapan del protagonismo fuera de la cancha pero que son capaces de absorber toda la atención sobre el verde. Convertido en el actor principal de la película, Jandro se eleva en el engranaje del filial como un auténtico héroe despojado de capas que adopta el poder de la invisibilidad para sostener todo el armazón de un equipo que ya mira con descaro el ascenso.

La incidencia de Jandro es tan absoluta que no hay mejor medidor de temperatura para el juego del filial que el propio Jandro. Si el gavansense está bien, el buque se impulsa sin contratiempos. La precisión en cada jugada y el trato exquisito con el cuero en los pies le encumbra como la piedra angular necesaria para el equipo. Erguido como el mediocentro posicional más clásico, el gavanense simplifica lo más difícil. Adornado con una lectura de juego inteligente, el canterano atesora la capacidad de leer la partitura del partido y entender las necesidades del equipo en cada momento.

Jandro frente al RCD Espanyol B. Foto: Noelia Déniz, VAVEL

La pausa y el orden

Desde su llegada a La Masía la temporada 2014/2015 a las órdenes de Franc Artiga con el FCB Cadete B, Jandro ha logrado abrillantar los cimientos de una calidad lejos de fronteras en el tiempo. Destapando la clase de un juego pueril desde la inocencia de quién no se amedrenta ante el miedo, el catalán despliega un gran abanico de pases y jugadas en un decorado dónde los astros brillan con más fuerza mientras él se zambulle en un papel secundario

Futbolista sigiloso dónde los haya, Jandro siempre perfila el momento adecuado para recibir el esférico. Exquisito, mimando el cuero como el mejor de los tesoros, el canterano es capaz de guiar la carga de su cuerpo mientras acepta el pase dejando atrás el envite de los rivales. Inteligente a la hora de ocupar espacios, el '16' escanea de forma endiablada la velocidad del enemigo para generar superioridad desde la sala de máquinas. Jandro es, sin duda, el alumno aventajado en un juego llamado fútbol.

Jandro en el Johan Cruyff. Foto: Noelia Déniz, VAVEL

Vergonzoso, competitivo y reticente a la luz de las pantallas, muestra todo su descaro con la redonda cosida en las botas. Es ese tipo extraordinario que despliega todo su potencial a ras del verde y es ahí donde se hace grande. Escapando del ruido, cubierto con un espíritu de lucha inexorable, el gavanense no sólo aporta y genera, sino que además potencia las cualidades de quien habita cerca de su parcela.

El Barça B está a sólo un paso de alcanzar el séptimo ascenso de su historia a Segunda División y tiene en sus filas al factor diferencial para alcanzar la cima. Jandro Orellana se encarga de mover los hilos en un filial a punto de hacer historia. Y ahí, desde un segundo plano, orquesta la perfecta sinfonía en busca de los acordes perfectos para completar la partitura. Porque en un mundo demasiado común, La Masía acuna en sus brazos una alhaja de una especie en extinción: silencioso y tallado en los moldes de la perfección.