Bien es sabido que en el fútbol moderno la entrada de inversores foráneos genera incertidumbre en las aficiones de los clubes modestos. Esto se debe a la posibilidad de que los nuevos mandatarios quieran al club o busquen únicamente hacer negocio.

Lamentablemente, en el caso del Numancia, parece que el resultado ha sido este último. Menos de dos años han tardado los nuevos jefes del cuadro castellano en tirar por tierra el buen hacer de Francisco Rubio durante más de dos décadas. El equipo que maravilló a España llegando a Octavos de Final de la Copa del Rey y quedándose a una eliminatoria de ascender a Primera División se ha convertido en equipo de Segunda “B”. Todo esto rodeado de un clima de incertidumbre, sin director deportivo, ni entrenador y con solo tres fichas de jugadores: Moha, Jara y Admonio.

Presumir de transparencia, el colmo de la hipocresía

Por si fuera poco, parece que club y presidente estén riéndose del aficionado si tenemos en consideración una de las pocas noticias publicadas en redes sociales en las últimas semanas, donde se presumía de que el Numancia era uno de los clubes más transparentes del panorama nacional. Llama poderosamente la atención este hecho, cuando desde la presidencia se abandonó el barco en las últimas once jornadas pese al riesgo de naufragio. Moisés Israel no salió a hacer declaraciones en ningún momento durante los últimos partidos, dejando a Luis Carrión solo ante el peligro con un equipo que tenía cada vez más bajas merced a la pésima planificación deportiva.

El presidente rojillo solo salió una vez consumado el descenso, para pedir una Liga de 24 y reconocer ante la incredulidad del público que no había un plan B. Poco después se anunció en la web numantina, que no en redes sociales, una junta de accionistas para el 17 de septiembre que nada gustó a la parroquia soriana, ya que uno de los puntos del orden del día apunta de una manera un tanto descarada a descapitalizar el club.

A día 22 de agosto la situación del equipo es más que preocupante, pero no precisamente por el descenso a Segunda División “B” sino por los inexistentes visos de construcción de un equipo competitivo para la próxima temporada. Suena Pablo Alfaro para el banquillo rojillo, pero es solo eso, un rumor. Mientras tanto Moisés Israel sigue sin dar noticias a una afición soriana que para nada se merece esto. Entre tanta “hiStORIA” e internacionalización de la marca rojilla que prometió este mandatario debería recordar que un club no es solo una empresa, sino un sentimiento para mucha gente. Sea consecuente, Moisés.