Observo que existe un peligro de desafección por el fútbol. La Covid ha provocado grandes cambios en el disfrute del tiempo libre. El amplio espacio de ocio que ocupaba el fútbol se ve amenazado por nuevos hábitos -mayor atención a la familia, a la música, a la lectura- que han ganado posiciones, aunque desconocemos hasta dónde llegará ese crecimiento facilitado porque en su día nos obligaron a dejar vacíos los campos de juego y veremos ahora si recuperamos esa presencia o si seguimos sin acudir por habernos acostumbrado a otras aficiones.

Lo único que parece claro, y ya veremos si se confirma, es que se va a permitir el acceso de los aficionados… pero ¿se mantendrá la autorización toda la temporada? ¿qué número de espectadores podrá asistir? ¿seremos nosotros los privilegiados? ¿estamos dispuestos a correr el riesgo de contagiarnos?… Esas circunstancias, y otras como el factor económico, o las nuevas aficiones de la juventud…generan un peligro real de desafección por el fútbol en general, porque, en lo particular, cada entidad disfruta o sufre en función de su situación.

Existe, sin duda, el riesgo que el aficionado se aleje del fútbol, pero ese peligro se convierte en muy serio en aquellos clubs que, a esas causas genéricas, unen su grave situación deportiva o económica.

Por eso, los que hemos vivido una situación parecida en 1988, debemos recordar  aquella película en blanco y negro, para que los dirigentes de hoy perciban que el momento es más que peligroso, porque se puede estar produciendo en los deportivistas una cierta desafección, como ocurría cuando solo éramos 5.000 socios. La ilusión de entonces consiguió, entre todos, lo más difícil, enganchar hasta hoy a 25.000 aficionados, pero no olvidemos lo fácil que resulta perderlos. Es lo único grande que nos queda, por lo que el objetivo debe ser mimar al socio.

Todos debemos luchar para que nadie de la afición pronuncie esa frase que a veces se escucha “Este no es mi Deportivo. Mi Deportivo ha muerto“. Quizás sea ese el primero y gran problema de Abanca: conseguir, sin perder su incuestionable poder de decisión, que el deportivismo sienta que “el club sigue siendo nuestro”, de esos 25.000 accionistas, y que se cuenta con su minoritario capital a la hora de tomar las decisiones de mayor calado, porque Abanca no debe olvidar que son los que representan el 100% del “sentimiento” de nuestro más que centenario Club.

Es la medida base para mantener esos 22.500 abonados, porque, a mayores de todos los problemas generales del fútbol, el Deportivo presenta unas cuentas deportivas y económicas que asustan -nada menos que 30 equipos se clasificaron por delante de nosotros en la Segunda B, en el “año 1 de gestión Abanca”, que arrojará un déficit de 9 m/€- que cierra un trienio 2018-2021 para olvidar.

Tres años en los que el Deportivo ha sufrido lo que pocos clubs podrían soportar. Hemos vivido descensos a Segunda y a Segunda B… y no hemos regresado a la liga profesional; la propiedad de la SAD ha pasado del “capitalismo popular” anterior a un propietario único, Abanca; hemos tenido un número exagerado de presidentes y de consejeros, de directores deportivos, secretarios técnicos, jefes de cantera… y ya no digamos de entrenadores, que sintetizó Bóveda, en lo mal que le había sentado al equipo el cambio de Fernando Vázquez a mitad de temporada, lo que supone un ejemplo más de la sensibilidad a tener en cuenta en un club, porque, aunque algunos no lo crean, es mucho más que una sociedad anónima.

Por si todo eso no fuese suficiente, ahora nos encontramos con un ERE. Me imagino que, cuando se toma una decisión tan dura como esa, será necesario (espero que, a pesar de lo que se comenta, no afecte a empleados que han dedicado su vida al club) pero llega en un momento inoportuno, justo al inicio de un año en el que la unión de toda la plantilla es fundamental para alcanzar el único objetivo: ascender.

Si el ERE era inevitable debió plantearse en mayo, tras el partido de Soria, porque ahora los problemas ya estarían resueltos. Presentarlo en plena temporada es muy peligroso, porque hasta en un ERE existen enormes diferencias entre una empresa y un club de fútbol (¿se imaginan un entrenamiento con afectados y no afectados por el ERE?) hasta el punto de alertar Bóveda del golpe que va a suponer el ERE para la marca y la imagen futura del Deportivo.

Y aún queda más, porque el riesgo de desafección deportivista aún tiene que superar otro dato trascendente: conocer los precios de los abonos. Que se piense en la crisis económica, en el año deportivo del que venimos, en unos socios que llevan pagando casi dos temporadas sin poder asistir al Estadio. Deben ser muy reducidos si queremos mantener la “Fe en el Depor”. Son “malos tiempos para la lírica”… pero es preciso recuperar “el espíritu del 88”, porque en el fútbol, y en el Depor más, lo bueno y lo malo es efímero.



Augusto César Lendoiro
Ex-Presidente R.C.Deportivo.

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