La Real Sociedad perdió el liderato varias jornadas después en un partido bronco ante un aguerrido Valencia. El arbitraje sibilino de Melero López en un duelo que se tornó en una batalla de lucha libre por su desacertado criterio condicionó absolutamente todo y sacó de sus casillas a los jugadores locales, que acabaron más revolucionados de la cuenta. Al final pudo ganar cualquiera, pero prevaleció el resultado más justo, el empate a cero.

  • Primera parte igualada

La primera mitad del partido dejó mucha intensidad, mucha lucha y pocas ocasiones. El Valencia de Bordalás salió bien plantado atrás, supliendo sus bajas en defensa y medio campo con la presencia de Diakhaby y un doble pivote con Wass y Racic, y la Real apostó por Barrenetxea y Januzaj en los extremos como armas ofensivas, toda vez que el centro parecía intransitable.

Con esta situación, los primeros 45 minutos se convirtieron en algo duro de masticar, con pocas ocasiones y mucha entrega. No faltó el juego vertical y no se puede decir que los equipos en liza fueran infieles a su manera de jugar (la Real acaparó la posesión y el Valencia supo salir bien a la contra), sin embargo, las defensas supieron imponerse a los ataques.

Fue Isak quien estuvo más cerca de desnivelar el marcador. Tras una buena acción de Januzaj, el balón cayó al sueco dentro del área. El de Solna se giró con una buena pisada y disparó raso y cruzado con la zurda. Cillessen, con una mano soberbia abajo, desbarató la ocasión. Minutos antes, fue Guedes quien estuvo cerca de perforar la meta de Remiro. El portugués aprovechó un buen servicio de Helder Costa, quien le robó el balón a un desacertado Diego Rico, pero cuando ya se relamía para fusilar a Remiro, apareció un providencial Gorosabel para enviar el balón a córner.

Poco más se puede destacar de la primera mitad, con una excepción: Melero López. El colegiado andaluz decidió que eso de pitar le daba algo de pereza y que por qué no simular en la vida real el modo "sin faltas" de los videojuegos de fútbol cuando la Real tenía la pelota. Mateu Lahoz hubiera parecido un árbitro estricto a su lado. El experimento, obviamente, se le fue de las manos. El juego se embruteció, toda vez que los jugadores veían que salvo que hubiera sangre o algún herido grave no se iba a señalar falta, y los últimos 10 minutos fueron bastante trabados y con muchos jugadores por el suelo. Cuesta entender los criterios que siguen los árbitros españoles en muchas ocasiones. 

La segunda mitad logró la complicada hazaña de ser aún peor que la primera. En ello tuvo bastante que ver el colegiado. Un buen árbitro sabría que los equipos de Bordalás son agresivos y duros, cuando no directamente violentos. Por lo tanto, en la primera mitad pondría orden y control para que el partido discurriera con normalidad. Al hacer justamente lo contrario, y con los ánimos caldeados en las filas locales, cuyos jugadores se mostraban desquiciados, y con la comprobación en las filas visitantes de que podían desplegar su "juego" más bordalasiano, el terreno de juego se convirtió en una pocilga en la que el balón pasaba más tiempo parado con algún jugador en el suelo que en juego. 

Así, lo que podría haber sido un partidazo de fútbol se convirtió en un espectáculo intragable para el espectador neutral (luego nos preguntaremos por qué LaLiga no atrae y obtiene datos de audiencia a la baja). Ser árbitro no solo significa saber detectar cuándo una acción es falta sino saber qué criterio debe uno aplicar en cada momento y en cada partido, con equipos diferentes. De nada sirvió la pléyade de cartulinas amarillas que sacó el colegiado entre el 80 y el 90, prácticamente a cada jugador que osara tocar a un contrario, como tratando inútilmente de revertir una situación que se le había ido de las manos hacía tiempo.

En lo futbolístico, poco o nada a destacar. La tónica de la segunda mitad fue calcada a la de la primera, si bien con un Valencia cada vez mejor plantado. Un disparo de Soler en el minuto 52 que atajó Remiro es lo más reseñable en los primeros 30 minutos de segunda mitad.

  • Expulsión de Aritz

El partido cambió en una acción aislada. Daniel Wass empujó de manera antideportiva a Aritz, ganándose una amarilla, y el beasaindarra, antideportivamente también, y todavía en el aire, soltó la pierna impactando en Wass. El colegiado apreció una agresión y expulsó al central txuriurdin, que abandonó el verde con un cabreo descomunal. La acción es claramente antideportiva y Aritz comete un error que no debe cometer, pero la roja es desmesurada. De ninguna manera puede interpretarse la acción como una agresión. 

De todos modos, lo que parecía una sentencia de muerte para la Real acabó siendo todo lo contrario. El Valencia, incomprensiblemente, renunció a ir a por la victoria pese a las circunstancias favorables que se le presentaban, y la Real sacó la casta y se echó arriba con más corazón que cabeza. Pudo marcar Isak a poco del final con un disparo con rosca tras un buen slalom que se marchó desviado por poco.

Ya en el descuento, el partido se volvió definitivamente loco y se convirtió en un bonito ida y vuelta. El Valencia supo aprovechar mejor sus contras y ataques que una errática Real y pudo llevarse los tres puntos primero con un cabezazo a bocajarro de Maxi que salvó Le Normand y ya en la última jugada del partido con un balón colgado de Soler que Gayà no remató por milímetros. Si el lateral la tocaba era gol. El centro de Soler, a su vez, salió rozando el poste. 

  • Cómo queda esto

Con este empate, la Real pierde el liderato en favor de un Real Madrid que sigue intratable. Alguno estará contento. Los de Imanol viajan a Mónaco el jueves en lo que supone una auténtica final europea para seguir con vida en la Europa League y posteriormente visitará el RCDE Stadium, un feudo verdaderamente complicado. El Valencia, por su parte, recibirá a uno de los equipos revelación, el Rayo de Andoni Iraola, y buscará seguir en la buena racha que atraviesa, sacando puntos ante rivales de entidad como Villarreal, Atlético y Real Sociedad.