"Las personas más peligrosas son las que no tienen nada que perder. Cuando no te queda nada, eres capaz de llevarte a cualquiera por delante" dijo una vez Bernardo Carrión en su obra 'Sinpiedad'; sin duda no hay ninguna frase que defina mejor lo que era el Atlético de Madrid en esta fase de grupos de Champions League.

Liverpool clavó el cuchillo, Milan abrió la herida y Oporto curó la cicatriz. La derrota contra el Mallorca en el Metropolitano dejó en jaque al Atlético de Madrid, pero según las normas del ajedrez el juego continúa hasta el jaque mate; nunca des por muerto al Atleti, que ya ha demostrado que en las peores situaciones es cuando más grande se hace. 

Con todo y sin miedo

Simeone no dejó ningún as bajo la manga para el inicio del partido, pues tenía una sola bala y debía de acertar de lleno si quería continuar con su aventura heroica por la Champions League; pero la primera estocada llegaría en contra de nuestros guerreros rojiblancos: Suárez tendría que ser sustituido en el minuto trece y entre lágrimas abandonó el terreno de juego para dar paso a Cunha; pero, ¿hacia qué lado se decantaría la balanza? Lo que nadie sabía por entonces es que ese cambio tan temprano sería una de las llaves que abriría la puerta de los octavos de final de la Champions League.

Los primeros cuarenta y cinco minutos no tienen mucho que contar, pocas ocasiones, y para colmo las más claras fue del lado de los rivales rojiblancos. No estaba yendo la historia como les habría gustado a los guerreros del Cholo, pero quizás ahí tuvieron su primera prueba de fuego: mantener la fe y la garra e intentar sacar la batalla adelante, y así lo hicieron. 

La segunda parte tuvo todo lo que le faltó a la primera: emoción, goles, intensidad y alegría, para algunos más que para otros —precisamente para los más de dos mil que había en la grada visitante—.

Esta vez la estocada sí que iría en favor de nuestros héroes rojiblancos. Solo diez minutos necesitó Griezmann para marcar el primer gol del partido que pondría por delante y haría soñar con lograr la épica a los colchoneros. Mientras tanto, al otro lado del Mediterráneo, los verdugos estaban actuando como aliados, el Liverpool ganaba al Milan y limpiaba el camino al Atlético de Madrid hacia la siguiente fase.

El daño estaba hecho y el Atlético de Madrid golpeaba las puertas de la Champions League, por eso, culpa de la euforia del momento, el Atleti bajó la guardia y así es como llegó la tercera estocada, otra vez en contra de los héroes de rojo y blanco.

Después de una jugada totalmente absurda e innecesaria, el colegiado francés enseñó la tarjeta roja —puede que con excesiva rigurosidad— a Carrasco, que tuvo que abandonar el campo antes de tiempo. El Atlético de Madrid se encontró con un jugador menos con prácticamente toda la segunda parte por delante, pero eso no achantaría a los chicos de Simeone, que estaban dispuestos a pasar de ronda.

La batalla se igualaría rápido y el Oporto recibiría el mismo golpe que sus rivales. Tras otra incomprensible jugada, Wendell —que había saltado al campo hacía tan solo diez minutos— ve la roja directa, aunque intentó ganar de pillo al árbitro y se quedó en el campo como si nada hubiese ocurrido aprovechando el descontrol de la tangana que hubo en el banquillo, porque sí, las batallas no solo se estaban librando en el terreno de juego.

Las peores batallas para los mejores guerreros

Tras la expulsión, el partido se encontraría en tablas de nuevo, diez contra diez y mucho que disputar aún. Muchas fueron las jugadas que podrían haber desequilibrado de nuevo el marcador, sin embargo, ninguna lo consiguió. En todas las historias de fantasía tiene que haber una entidad mágica, algo o alguien que cubra las espaldas a nuestros héroes durante su camino, en esta era Jan Oblak, que una vez más se transformó en el ángel de la guarda del Atlético de Madrid. Y hablando de ángeles, no podría haber sido otro que Ángel Correa el que, tras una carrera interminable por el campo rival, anotaría el segundo gol de los colchoneros.

Con el gol del argentino llegó la quinta estocada, la segunda por parte de los del Cholo, que dejaba al Oporto a un simple golpe de quedarse fuera de combate; golpe que no tardó en llegar. Dos minutos después, Rodrigo de Paul asestaría el golpe de gracia y derrotaría al gran dragón portugués. El Liverpool ganaba, el Atlético de Madrid también y el objetivo estaba a minutos de culminarse.

El equipo rojiblanco celebrando el 0-3 | Foto: Atlético de Madrid
El equipo rojiblanco celebrando el 0-3 | Foto: Atlético de Madrid

Como si de una historia fantástica se tratase, los guerreros rojiblancos se convirtieron en héroes derrotando al dragón en su guarida, con sus idas y venidas, con sus caídas y sus posteriores recuperaciones, con sus enemigos y sus aliados, al final eso es el Atlético de Madrid, un cúmulo de emociones que te hacen dudar de si lo que ves es algo real o un producto de tu imaginación, pero esta vez es cierto, el Atlético de Madrid es equipo de octavos de final de Champions.