La normalidad es incalificable y rara vez complaciente a todas las partes vinculadas a un mismo fin. No es posible aunar todas las opiniones con la intención de descubrir una verdad absoluta ni tampoco definir un hábito rutinario con el que todos se sientan identificados. Esto es, que el concepto que para algunos puede ser normal, a otros les despierta la más inhóspita extrañez. No obstante, el bisoño otoño brasileño de 2008 rememoró una imagen usual e, incluso, familiar: la verdeamarella levantó el trofeo de campeón mundial. España probó el infierno en la acera contraria.

Para aumentar la competitividad, el número de participantes se acrecentaría hasta alcanzar la cifra de 20 combinados nacionales, lo que supondría una leve modificación de los grupos en la primera fase, que pasarían a estar conformados por cinco equipos (se mantendría la clasificación de los dos primeros). La cantidad no afectó al papel de los favoritos, cuyas victorias no se hicieron esperar y, consecuentemente, su presencia en la segunda fase no corrió peligro. No obstante, Portugal y Argentina no pudieron repetir los éxitos de cuatro años antes y se despidieron prematuramente de la competición al no igualar sus mejores actuaciones.

Quien no falló fue el anfitrión. Su único escollo fue Rusia (a la que superaron por 7-0) que, a la postre, les acompañaría en como segundo clasificado. El resto del grupo A (Japón, Islas Salomón y Cuba) siquiera rasgó la armadura de sus anfitriones, muestra de ello se puede observar cuando se produjo la mayor goleada de la historia de los Mundiales: Rusia vapuleó a Islas Salomón por un sonrojante 31-2. Demasiada tentación para los que fueron los artilleros más fructíferos a la conclusión del campeonato con 64 (Brasil) y 62 goles (Rusia), respectivamente.

El grupo B aguardaría una de las mayores sorpresas y, a su vez, carambolas que la historia reciente del deporte recuerda. Tres equipos (Paraguay, Italia y Portugal) sumaron nueve puntos al término de los partidos de grupo, pero sólo dos lograron el pase merced al golaveraje particular que los transalpinos ostentaban sobre los ibéricos. Tailandia y EE.UU. fueron meros espectadores, pero el simple hecho de que los albirrojosdestruyeran el dominio europeo de la competición (en las últimas tres ediciones se habían clasificado todos los equipos del viejo continente para la segunda fase) bien merece el reconocimiento global.

Esta sangría continental fue coagulada rápidamente por Ucrania, quien se proclamó campeón del grupo C con una contundencia que sólo pudo contener Argentina (ambos acabaron con 10 puntos, clasificados). Curiosamente, los mismos equipos que protagonizaron el segundo empate sin goles de la historia de los Mundiales (Taiwán 2004) volvían a firmar tablas en su reencuentro (2-2). Guatemala, Egipto y China no inquietaron en absoluto a sus superiores y abandonaron el país sudamericano con vacío interior tras haber quedado fijados en el encuadre más abierto. Más bien en otra ocasión.

Un invitado hostil se hospedaba en el grupo D con ánimos de revancha. Doce años antes y sobre escenario antagónico, Brasil mermaba la ilusión española por hacerse con el campeonato del mundo en su propio hogar; esta vez, serían los hispanos quienes intentarían devolverles la moneda que tanto les disgustó acuñar a favor de los cariocas. El empate inicial frente a Irán (3-3) daba cuenta de que tanto los pupilos de Venancio López como los iraníes eran los conjuntos más fuertes de los cinco que integraban el cuarto saco. Así lo demostraron dadas las victorias frente al resto de rivales. República Checa, Libia y Uruguay volvieron a casa con el honor de haber puntuado, al menos, un punto (único grupo de los cuatro en los que todos recabaron botín).

La segunda fase resultó ser un alargue de la agonía esperanzada. Los equipos europeos (España, Rusia e Italia) y Brasil alcanzaron las semifinales como estaba previsto, pese a las dificultades de los azzurros, quienes accedieron a semifinales por segunda vez en su historia gracias a un único gol que les valió el golaveraje frente a Irán (empatados a cuatro puntos). La misma diferencia de goles que les apartó de repetir final en las semifinales frente a España (3-2). El otro finalista, Brasil, pasó menos apuros frente a rusos y venció por 2-4. Por tanto, la final anunciada y predicha reafirmó el dominio de ambas selecciones en el mundo del fútbol sala: Brasil - España en el Gimnasio Maracanazinho de Río de Janerio. Recuerdos que parecían enterrados afloraron de nuevo.

Ráfagas memorables asaltaban la mente de Javi Rodríguez, único superviviente que lloró en el Palau Sant Jordi cuando Vander levantó el trofeo mundial ante el sollozo de la afición. Más de una década después, la nacionalidad y el pabellón le ofrecía una revancha de similares magnitudes. Antes, el partido tendría lugar.

Las gradas acusaban el coloquial colorido y ambición brasileña. El aliento de quien sentía hambre después de varios lustros sin alimentación se personificaba en el ánimo de cada uno de los 5.000 asientos numerados, listos para jalear hasta la extenuación. Y no fallaron. Los goles de Marquinho y Vinicius descorcharon el tapón de la euforia en el graderío local, misma intensidad que se apreció en el silencio que abarrotaba el ambiente a la llegada de Álvaro y Torras para firmar el empate, el primer y único empate de Brasil en su Mundial. Los penaltis llegaron y la balanza de esta lotería se equilibró para los verdeamarella (cuatro años antes, España venció a Brasil desde el punto fatídico tras empatar –casualmente- a dos). Felicidad en Río.

Izquierda o derecha. Arriba o abajo. Potencia o precisión. Fuerza o control. La vida está plagada de decisiones que enviran la colmena diaria con más o menos suerte. Por suerte, la solución para cualquier mal sigue estando bien claro para todos aquellos que deseen continuar por su sus metas: la rendición está descartada. Tailandia 2012 buscará su propia normalidad.

Clasificación final:
-Campeón: Brasil.
-Subcampeón: ESPAÑA.
-Tercer lugar: Italia.
-Cuarto lugar: Rusia.