La de España en los Campeonatos de Europa es una historia plateada. La cruel sensación de quedarse a las puertas de la gloria la han sentido los jugadores españoles de balonmano hasta en tres ocasiones distintas. Las dos primeras, en 1996 y 1998, fueron especialmente dolorosas.

En el último lustro de los años ’90, una generación excepcional de jugadores de balonmano se juntó en España. La mayoría de ellos compartían club, el FC Barcelona. Con la camiseta azulgrana, junto a algunos de los mejores jugadores europeos y bajo las órdenes de Valero Rivera, estaban haciendo temblar a Europa. Subcampeones en la Champions de 1989, campeones en 1990, terceros en las dos siguientes ediciones, sería precisamente en este año 1996 cuando comenzaría su tiranía: durante un lustro completo se convirtieron en los reyes de Europa. Cinco Champions consecutivas que forjaron la leyenda.

Todo empezó en 1996

Los mejores jugadores españoles de ese Barça temible se juntaban con las figuras de otros clubes en alza como el Teka Cantabria, el Portland San Antonio o el Ademar de León para defender la elástica nacional en verano. Eran nombres como los de Enric Masip, Iñaki Urdangarín, Rafa Guijosa, David Barrufet, Xavi O´Callaghan, Mateo Garralda, Jaume Fort, Iosu Olalla, Alberto Urdiales o un joven Demetrio Lozano. Junto a ellos, dos jugadores nacionalizados llegados del frío de la antigua URSS: el corpulento pivote ucraniano Andrei Xepkin y un talento indomable llegado de Kirguistán, el central Talant Dujshebaev.

En 1996 se celebraba la segunda edición del Campeonato de Europa. España era la anfitriona y llevaba ese gran equipo con Juan de Dios Román de seleccionador. Dos años antes, la temible selección de Suecia había estrenado el palmarés. Y en esta edición los españoles estarían encuadrados en el mismo grupo que los escandinavos. También estaban la República Checa, Francia, Rumanía y Dinamarca. España completó una fase de grupos extraordinaria, venciendo a los suecos por 24-23 y asegurando el pase a las semifinales antes de llegar a la última jornada.

En la penúltima ronda los españoles vencieron a la potente selección de Yugoslavia y se plantaron en la final. En el otro partido de semifinales, Rusia había vencido a la vigente campeona, Suecia.

La ciudad de Sevilla se preparó para saludar a la historia. Los españoles se jugarían el oro contra la Rusia que entrenaba Vladimir Maksimov (aún hoy seleccionador ruso). En pista, el portero Andrey Lavrov era el alma del equipo. El lateral izquierdo Kudinov llevaba el peligro en ataque y dos ogros de dos metros como Atavin y Torgonanov lideraban la defensa.

La pierna de Lavrov terminó con el primer sueño europeo español El partido fue igualado durante los 60 minutos, aunque los rusos siempre mandaron en el marcador. Cuando restaban 10 segundos para la conclusión, España perdía por un gol y defendía, la empresa parecía imposible. Sin embargo, Raúl González robó el balón. Casi sin tiempo cruzó la pista de un lado a otro, sabedor de que tenía en sus manos la opción de llevar el partido a la prórroga. Al llegar a nueve metros, la oposición de un defensor ruso le obligó a lanzar en rectificado. Su balón buscaba una trayectoria en bote que terminara en la red rusa, pero se encontró con la pierna de un portero eterno. El pie de Lavrov acabó con los sueños españoles. El partido terminaba y el marcador reflejaba 22-23, por lo que Rusia era la nueva campeona de Europa. Como Juan de Dios Román explicó después, a España le habían matado “las pérdidas de balón”. Sea como fuere, los españoles no lograban ser profetas en su tierra y comenzaban una historia de plata.

Apenas un mes después, España se haría con la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Atlanta. En las semifinales, Suecia apartó a la selección de Juan de Dios Román de la lucha por el oro, pero en el partido por el bronce los españoles ganaron a Francia.

En Italia se repite la historia

Dos años más tarde, el Europeo se disputó en Italia, un país con poca o nula tradición de balonmano. Tanto es así que se despidieron del campeonato (al que llegaron invitados) con una sola victoria, en la última jornada y contra una Suecia que se tomo el partido sin presión, al estar ya clasificada para semifinales.

España, encuadrada en el grupo B, tuvo que enfrentarse a Rusia, Hungría, Croacia, República Checa y Macedonia. Solamente la selección de Croacia fue capaz de robarle un punto a los de Juan de Dios Román. Por el camino, una victoria contra Rusia por 29-27 que servía para vengar la afrenta de dos años antes.

España estaba en semifinales y en esta ocasión se encontraría con Alemania. El partido fue plácido para los de Román, y con un resultado final de 29-22 se plantaron de nuevo en la final. Los extremos españoles habían sido imparables para el portero Holpert. Rafa Guijosa y Antonio Carlos Ortega anotaron seis goles cada uno para derrotar a los teutones. España volvería a jugar por el oro.

Esta vez, el rival sería la potente Suecia. En el Europeo de España, los suecos habían pasado por la piedra en semifinales. Pero no era un rival ni mucho menos fácil. Los escandinavos eran los campeones de Europa de 1994, los subcampeones olímpicos de 1996 (España fue bronce) y los subcampeones del Mundo de 1997.

En sus filas, jugadores de la talla de Magnus Wislander. El sueco es para muchos el mejor jugador de la historia del balonmano. Capaz de jugar de lateral o central debido a su gran rapidez y su potente lanzamiento, o de fajarse en los seis metros como el mejor pivote del planeta, el de Goteborg era un jugador adelantado a su tiempo. A sus 34 años, seguía siendo un jugador imprescindible, tanto en su selección como en su equipo, el THW Kiel alemán. Con su club, había ganado la Bundesliga, la Copa de Alemania y la Copa EHF, anotando más de cuatro goles por partido esa temporada.

Ljubomir Vranjes acumulaba en 166 cm la potencia del mejor cañonero

Junto a él, dos jugadores que pasaron por el Granollers de la Liga Asobal maravillando al país, como el portero Peter Gentzel y ese pequeño gran jugador llamado Ljubomir Vranjes. El actual entrenador del Flensburg, de origen serbio, es quizás el jugador con la mayor proporción de talento por cm de altura que ha visto el balonmano. A pesar de sus 166 cm de altura era capaz de jugar en la primera línea de ataque y lanzar desde fuera como el mejor cañonero. El actual seleccionador sueco, el espigado Staffan Olsson, completaba un grupo de jugadore temible, que hacía de su defensa 6:0 su arma más poderosa.

En el partido por el título España tuvo muchos problemas ofensivos. El meta Gentzel se disfrazó de superhéroe en los primero minutos para destacar a Suecia en el marcador. Sin embargo, Petterson y Vranjes no tenían ningún problema para batir la meta de Barrufet. El 15-9 del descanso ponía las cosas muy complicadas. Juan de Dios Román volvió a quejarse de las pérdidas: “Les ofrecimos la posibilidad de marcar goles fáciles y remontarles es casi imposible”.

Cerca estuvieron los españoles de lograr la heroica en la segunda mitad, con una gran actuación de Dujshebaev y Chepkin, que serían incluidos en el siete ideal del torneo. Pero no fue suficiente. A 50 segundos del final Antonio Carlos Ortega puso a España a un gol, pero Suecia hizo valer su experiencia y supieron jugar ese tiempo, aun con un jugador menos por la exclusión de Olsson.

El resultado final de 25-23 elevaba a Suecia a los altares del balonmano continental por segunda vez en tres ediciones. España, por segundo campeonato consecutivo, tenía que conformarse con la plata.

Impasse de bronce

En el año 2000 España bajó un escalón en el podio. España seguía liderada por Dujshebaev, Chepkin, Barrufet o Masip, pero comenzaba el relevo generacional. Demetrio Lozano había adquirido mayor protagonismo y otros jóvenes como Alberto Entrerríos o Mariano Ortega asomaban la cabeza en el equipo nacional.

Por tercer Europeo consecutivo, España pasó la fase de grupos y se clasificó para semifinales. En ella se toparon con Suecia, en lo que era la redición de la final de la pasada edición. Y de nuevo los nórdicos se llevaron el gato al agua en un partido muy reñido (23-21). España volvió a chocarse con la rocosa defensa sueca. Wislander, desde el pivote, hizo mucho daño a los zagueros españoles e impidió a la tercera final consecutiva para los de Juan de Dios Román.

España se colgó el bronce al ganar a Francia En la lucha por el tercer y cuarto puesto, los españoles supieron reponerse de la derrota en semifinales y batieron (24-23) en el partido por el bronce a la Francia de Jackson Richardson. El central galo, que ese verano ficharía por el Portland San Antonio de Pamplona, era pura magia y vistosidad. Pero España tenía su propio hechicero y se llamaba Talant Dujshebaev. A pesar de que el seleccionador Constantini le planteó una defensa mixta, el kirguís de nacimiento y cántabro de adopción se descolgó con siete goles. Entre él, las paradas de Barrufet y la efectividad de los extremos Guijosa y Urdiales lograron mantener a España en el podio una edición más.

En la final, Suecia se impuso a la Rusia de Maksimov tras dos prórrogas por 32-31. La potencia del ruso Sergei Pogorelov fue insuficiente para impedir que Suecia se proclamara campeón por tercera vez.

En verano de ese mismo año, en Sidney, España consiguió su segundo bronce olímpico. Como sucediera cuatro años antes y en el Europeo de ese mismo año, Suecia la apartó de la final. Pero en la final de consolación consiguió ganar a Serbia y Montenegro para volver a pisar un podio en unos Juegos Olímpicos.

Tregua y vuelta a la plata

En las siguientes ediciones España no tuvo opciones de repetir presencia en el cajón de los Campeonatos de Europa. En 2002 en Suecia, la selección anfitriona repitió título y cerró uno de los ciclos más exitosos de la historia del balonmano. Vencieron en la final a Alemania por 33-31 y se hicieron con su cuarto cetro continental.

Dos años más tarde, en Eslovenia, los alemanes dieron un paso más y se resarcieron del subcampeonato anterior. En la final no tuvieron demasiados problemas para ganar a una selección de Eslovenia que sorprendió a toda Europa. Aunque eran los anfitriones, pocos esperaban que la selección que lideraban Uros Zorman y Renato Vugrinec llegara tan lejos. Sin embargo, en el partido por el título no tuvieron nada que hacer ante la selección que entrenaba Heiner Brand.

Tras varios años lejos de los puestos de honor, España volvió a la elite del balonmano mundial a mitad de la primera década del siglo XXI. El histórico oro en el Mundial de Túnez puso a España más alto de lo que nunca había estado. Los clubes españoles llevaban 15 años dominando el Viejo Continente, pero a nivel de selecciones a España se le resistía el color dorado. La victoria en la final del Mundial 2005 contra Croacia rompió todos los complejos españoles, acusados de no rendir en las rondas finales.

Eran tiempos distintos a los de las platas anteriores. Masip, Guijosa, Chepkin y Dujshebaev habían dejado paso a una nueva generación liderada por Alberto Entrerríos, Juanín García e Iker Romero. Al igual que sus predecesores, este equipo de España que entrenaba Juan Carlos Pastor tenía a su propio jugador nacionalizado. El cubano Rolando Uríos estaba considerado el mejor pivote ofensivo del planeta y defendía los colores españoles. El juego dos contra dos con el pivote era el arma más utilizada por el ataque de Pastor.

En 2006 aterrizaron en Suiza como campeones del Mundo y con las expectativas por todo lo alto. El principal rival parecía Croacia, campeona del Mundo en 2003, campeona olímpica en 2004 y rival de España en la final de Túnez.

Otras selecciones como la Dinamarca de Kasper Hvidt o Lars Christiansen aspiraban al cetro europeo. Pero quien sorprendió a todos fue la selección de Francia. Los galos, que habían sido terceros en el Mundial de un año antes, estaban en pleno relevo generacional. Históricos como Jackson Richardson, Kervadec o Patrick Cazal dieron un paso a un lado para dejar hueco a una generación que en los siguientes años haría historia. Sobrevivían nombres de la vieja guardia como Joel Abati, que ponía la experiencia en ese conjunto, y otros como Didier Dinart, Bertrand Gille o Thierry Omeyer, que aunque llevaban varios años acudiendo a la llamada de su selección, a partir de ese campeonato dieron un paso al frente. Pero los que de verdad se destaparon en el Campeonato de Europa de 2006 fueron dos jóvenes valores que respondían al nombre de Nikola Karabatic y Luc Abalo.

España llegó como favorita a semifinales España se posicionó durante la primera y la segunda fase del torneo como la gran favorita. Aunque empató con Alemania en su primer partido (31-31), se recuperó para responder de manera perfecta a la condición de campeón mundial. Ganó todos sus partidos desde entonces, incluyendo el de Francia. En ese encuentro de la primera fase España salió arroyando a los galos, con Albert Rocas e Iker Romero en plan imperial y con Barrufet infranqueable en portería (57% de efectividad en el primer tiempo). España llegó a colocarse con un claro 24-13 en el marcador, pero entonces apareció Karabatic para avisar de que su juventud guardaba un talento que no había hecho más que empezar a asomar. Con 10 goles lideró una remontada que llevó a Francia a colocarse a tres goles cuando restaban tres minutos de juego. Luc Abalo tuvo una contra para poner el partido en un puño. El francés se elevó, pero su lanzamiento, que se dirigía sin remedio hacia la escuadra de la portería española, vio cómo Barrufet levantaba la pierna hasta el larguero y protagonizaba una parada que quedó en la retina de todo aficionado. España se salvaba de la quema, pero los franceses avisaban de lo que eran capaces de hacer.

En las semifinales, España se encontró con Dinamarca. De nuevo Iker Romero tiró del equipo español para impulsar a los de Juan Carlos Pastor a su segunda final consecutiva. A pesar del buen juego de los daneses con su pivote Knudsen, esa fue la única forma que encontraron para batir la meta de un Barrufet que seguía demostrando su gran momento de forma.

La gran final volvía a enfrentar a España y a Francia. La victoria española en la primera fase y su condición de campeona mundialista hacía pensar que, esta vez sí, España dejaría atrás su historia de plata en los Campeonatos de Europa para teñirse de oro.

La lesión de Barrufet deprimió a España Pero el partido no fue como se esperaba. Comenzó igualado, con Barrufet muy entonado y los extremos Rocas y Juanín acertando en la portería de Omeyer. Pero al llegar al 9-9 ocurrió la desgracia. David Barrufet paraba un lanzamiento de Abalo, pero en la caída sufría una rotura de fibras que le apartó del partido. Intentó seguir con un vendaje compresivo muy fuerte, pero fue imposible.

El palo fue tremendo para la selección de Pastor. El portero del Barça estaba cuajando un Europeo espectacular, más incluso contra los franceses, a los que ya amargó en la primera fase y a los que estaba volviendo a castigar en la final. Salió Jota Hombrados para intentar que no se notara su baja, pero empezó frío y poco afortunado. El madrileño sólo pudo detener dos de los primeros once balones y Karabatic comenzó a hacerse con el mando del partido. Al descanso Francia vencía por 13-17.

En la reanudación Hombrados se entonó y España se acercó en el marcador, hasta el 20-22. Pero entonces apareció la figura de Omeyer. El portero francés se convirtió en una muralla infranqueable, en una obsesión fatal para los atacantes españoles. Desde el minuto 39 hasta el 52 los campeones mundiales fueron incapaces de batir la meta gala, mientras la primera línea bleu, con Karabatic, Narcisse y Abati, se exhibía para destacarse en el marcador hasta el 20-28.

La final estaba decidida. Francia daba el pistoletazo a un ciclo triunfal que en los siguientes años le llevaría a ganar dos Mundiales, dos Juegos Olímpicos y otro Europeo más. España volvía a quedarse con un sabor agridulce que ya conocía. Seis años después volvía al podio europeo, pero por tercera vez en siete ediciones se colgaba la plata al cuello.

Dinamarca y Francia dominaron los últimos años

En 2008 en Noruega todas las miradas estaban puestas en Francia y Alemania. Los teutones se habían llevado un año antes el Mundial que se celebró en su país.

Galos y germanos cayeron en la segunda fase en el mismo grupo que España. Los de Pastor perdieron contra los franceses por la mínima en un encuentro que a la postre resultó decisivo, pues aunque ganaron fácilmente a Alemania, perdieron también por un solo gol contra Suecia, y se quedaron fuera de semifinales.

Las semifinales fueron dos partidos muy igualados. La Dinamarca de Ulrik Wilbek se enfrentaba al hueso de la selección alemana. Los germanos se fueron por delante al descanso, pero la segunda parte del portero Kasper Hvidt dio opciones a los daneses. Tantas, que en el último minuto gozaron de la oportunidad de ganar. A tres segundos del final consiguieron forzar un penalti decisivo. A la línea se acercó un especialista como Lars Christiansen. Al extremo, uno de los mayores especialistas que ha visto el mundo del balonmano en su historia, no le tembló la mano y con su sexto gol de la tarde puso el 26-25 que daba la clasificación a Dinamarca y echaba al traste con el sueño alemán de conseguir su segundo cetro europeo.

Francia y Croacia protagonizaron la otra semifinal. Los de Claude Onesta buscaban repetir el éxito cosechado dos años atrás, y en honor a la verdad no anduvieron lejos. A dos minutos del final vencían por dos goles, pero Croacia, con tantos de Ivano Balic y Blazenko Lakovic, dio la vuelta al resultado y se coló en su primera final europea.

El partido por el título no fue tan emocionante. El portero Kasper Hvidt fue el muro en el que se estrellaron las esperanzas balcánicas. El meta, que por aquel entonces militaba en el Barcelona, fue elegido merecidamente en el siete ideal del campeonato, al igual que su compañero Lars Christiansen. Entre los dos guiaron a Dinamarca a su primer cetro europeo.

En 2010 España volvió a quedarse fuera de las semifinales La siguiente edición se disputó en Austria. Desde 2009 Valero Rivera había tomado las riendas de la selección española. El aragonés buscaba repetir con el combinado nacional los éxitos que había cosechado con el Dream Team del Barça en los años ’90. La primera bala, en el Mundial de Croacia, se había perdido sin remedio. España cuajó un Mundial desastroso y acabó en la decimotercera posición, la peor de su historia.

En el Europeo de 2010 quedó encuadrada en la segunda fase con Francia y Polonia. El empate contra la selección del país vecino y la derrota contra los polacos dejaron a España fuera de la lucha por las medallas.

En esta ocasión las semifinales no tuvieron historia. Croacia, la vigente subcampeona continental, repetiría final tras derrotar claramente a Polonia. Su rival sería Francia, que cumplió en la penúltima ronda con el trámite que suponía enfrentarse a Islandia. El enfrentamiento era la redición de la final olímpica, y al igual que entonces, los islandeses no tuvieron opciones ante la selección bleu.

La final volvía a encontrar a Croacia y a Francia en un gran partido. Un año antes habían protagonizado la final del Mundial. Entonces, la Francia de Karabatic se impuso a la Croacia de Balic.

Nikola Karabatic emergió una vez más para decidir la final En esta ocasión se volvían a encontrar los dos jugadores a los que se consideraba los mejores del planeta. En la primera parte las dos selecciones demostraron la paridad propia de los dos mejores combinados nacionales del momento. El portero Alilovic y su homónimo francés Thierry Omeyer eran los responsables de que la final llegara empatada al descanso. Pero en la segunda parte apareció el que nunca se esconde en las finales. Nikola Karabatic emergió una vez más para decidir la final en favor de los franceses. Sus goles destacaron a los de Onesta, y aunque un arranque de talento de Balic puso a los croatas a un solo gol, el tramo final del partido fue fácil para Les Experts, que terminaron venciendo por 25-21. Francia volvía a colgarse un oro.

España vuelve a la lucha

La edición de 2012 devolvió a España a la lucha por las medallas. El Campeonato de Europa que se disputó en Serbia estaba más abierto que en ediciones anteriores. Francia, la gran dominadora del último lustro, había dado muestras en el Mundial de 2011 de no ser la misma selección inaccesible de años anteriores. Habían ganado, sí, pero lo habían hecho en la prórroga ante una joven selección de Dinamarca que se presentaba junto a los españoles como la gran alternativa.

A Hansen y Landin se les adivinaba un futuro dorado El Mundial de Suecia había puesto en el mapa a una generación danesa excepcional. El joven Mikkel Hansen, que en su etapa anterior en el Barcelona ya había dado pistas de su calidad, se había destapado como un jugador espectacular y difícilmente parable. Además, junto a él otro joven como Niklas Landin había llamado a la puerta del club de los mejores porteros del momento. Más que llamar, había derribado la puerta. Al meta danés se le adivinaba un futuro brillante. Dinamarca respiraba tranquila porque había encontrado relevo al veterano Kasper Hvidt.

Si a estos dos jugadores les sumas extremos de la calidad de Anders Eggert y Hans Lindberg, el resultado es una de las selecciones más poderosas. Y por eso Dinamarca llegaba al Europeo de Serbia como la gran favorita.

Pero no empezaron bien las cosas para Dinamarca. En la primera fase perdió dos de sus tres partidos, contra la anfitriona Serbia y ante Polonia. Por eso en la segunda no dependía de sí misma. Afortunadamente para ellos, Polonia pinchó en esta fase y dio vía libre para la clasificación danesa para semifinales. Serbia sería la otra selección clasificada para la lucha por las medallas.

En el otro grupo, España se destacaba como una de las grandes favoritas. Su defensa, liderada por Viran Morros, era la más descollante del torneo. Vencieron a otra de las favoritas como Croacia, en un gran partido defensivo de los de Valero Rivera.

La gran favorita, Francia, se desinflaba sin remedio. Su actuación fue impropia de su calidad y terminó sexta y última del grupo.

En las semifinales, Dinamarca y España se citaron por un puesto en la final. Se repetía la semi del Mundial de Suecia del año anterior, pero las dinámicas eran distintas. España llegaba en un gran momento de forma, mientras que Dinamarca había sufrido lo indecible para estar en esa ronda.

Pero cuando los campeonatos llegan a estas últimas rondas no importa cuál ha sido el camino de cada equipo para llegar hasta ellas. Dinamarca cuajó el partido más completo del Europeo. Todas las miradas estaban puestas en Mikkel Hansen, pero no fue él el verdadero protagonista. Otro joven llamado Rasmus Lauge Schmidt rompió la defensa española, esa que tantas alabanzas se había llevado durante el campeonato.

A pesar de ello, España no estuvo lejos de volver a una final europea. Sufrió un duro golpe al filo del descanso, cuando Hansen transformó el gol un golpe franco directo con el tiempo cumplido. Pero en la segunda parte se rehízo y en el último minuto tuvo la opción de llevar el partido a la prórroga.

A pocos segundos del final, Ugalde inició trayectoria desde el extremo izquierdo buscando el gol. Por el camino, el contacto de Hans Lindberg bien pudo haber supuesto penalti, pero los árbitros no lo pitaron y el lanzamiento del catalán se estrelló en Landin. El partido moría con el luminoso marcando 25-24 para Dinamarca, y con ello España perdía una nueva oportunidad de luchar por el oro europeo.

En la otra semifinal se vivió un partido que trascendió lo deportivo. Se enfrentaban dos selecciones cuya rivalidad se eleva a lo político, además en casa de uno de los contendientes. Se veían las caras Serbia y Croacia. A priori, todos los pronósticos apuntaban a la victoria croata, pero los anfitriones aprovecharon el hecho de jugar en casa y, gracias a la soberbia actuación del excéntrico portero Darko Stanic y sus cañoneros Momir Ilic y Marko Vujin, con ocho y seis goles respectivamente. Serbia sorprendía al mundo del balonmano y se metía en su primera final europea.

Mikkel Hansen decidió la final En el partido por el título no pudieron rematar la faena y cayeron contra Dinamarca en un partido en el que se impusieron las defensas (19-21). Las defensas y la calidad de Mikkel Hansen. El lateral respondió cuando debía hacerlo, en la gran final, con nueve goles que devolvieron a Dinamarca al trono continental. Hansen se consolidaba como el jugador del momento y su selección, como la rival a batir en los campeonatos venideros.

Por su parte España, hundida anímicamente por la derrota en semifinales, no disputó el partido por el bronce con las ganas suficientes para hacerle frente a Croacia.

Suecia domina el ranking histórico

Pasadas diez ediciones del Campeonato de Europa, ninguna selección ha conseguido acercarse al hito que aquellos suecos consiguieron en los albores de la competición. Los cuatro títulos continentales que consiguieron en las cinco primeras ediciones hacen de Suecia la selección más exitosa del Viejo Continente.

Francia y Dinamarca, dos de las semifinalistas de esta edición, le siguen con dos títulos cada una, mientras que Alemania y Rusia han conseguido ganar en una ocasión.

Por su parte, España llega a la cita después de ganar sin paliativos el Mundial que organizó en 2013. Aquella final contra Dinamarca forma parte ya de la historia, ahora hay un nuevo objetivo. Los Hispanos buscarán en esta ocasión superar la barrera plateada que les impide contar con un oro europeo en su palmarés.

# País Total
1 Suecia 4 0 0 4
2 Dinamarca 2 0 3 5
3 Francia 2 0 1 3
4 Rusia 1 2 0 3
5 Bandera de Alemania Alemania 1 1 1 3
6 España 0 3 1 4
7 Croacia 0 2 2 4
8 Serbia 0 1 1 2
9 Eslovenia 0 1 0 1
10 Islandia 0 0 1 1
TOTAL 10 10 10 30
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