El juego de la pelota es casi tan antiguo como la escritura. A lo largo de la historia el ser humano ha diseñado distintos juegos en los que se utilizaban las manos para lanzarse una pelota, hecha unas veces de cuero, otras de trapo. Pero la modalidad de las porterías y de la competición entre dos equipos empezó a regularizarse a finales del siglo XIX.

Era el balonmano un nuevo deporte que se jugaba en Escandinavia y en países del centro de Europa como Alemania, Dinamarca o Checoslovaquia. Las primeras reglas escritas se publicaron en Dinamarca, en 1906. Una década más tarde, en 1917, los alemanes Max Heiser, Karl Schelenz y Erich Konigh escribieron otra serie de reglas más similares a las actuales.

En 1938 se disputó el primer Mundial de balonmano en pista, aunque por aquel entonces era más común el balonmano al aire libre. Los Juegos Olímpicos de 1936 se disputaron así, con equipos de once jugadores cada uno y sobre la hierba del Estadio Olímpico de Berlín.

Balonmano sobre hierba

El balonmano evolucionaba, aunque aún era muy distinto al de ahora. El de más tradición se jugaba al aire libre, en campos de fútbol con alrededor de 100 metros de largo y 60 de ancho. Cada equipo podía disponer once jugadores en el campo y dos reservas. Las áreas se encontraban a 13 metros de la portería, que era igual que las de fútbol. El punto de penalti se encontraba al doble de distancia del actual, a 14 metros.

Las normas del juego eran igualmente diferentes a las actuales: los dobles no existía como tal y el campo se dividía en tres zonas con dos líneas paralelas a 35 metros de cada línea de gol, en cada una de las zonas podía haber un máximo de seis jugadores de cada equipo.

Las especiales características de este deporte hacían que los resultados de los partidos fueran mucho menos abultados que los de ahora. Conseguir un gol era bastante más difícil y los partidos con más de una decena de goles eran muy poco frecuentes.

Deporte al servicio del 'Führer'

Los años treinta fueron una época turbulenta en Europa. El auge de los nacionalismos, con la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler a la cabeza, preparaba la desgracia de la II Guerra Mundial.

Como en cualquier régimen totalitario, el deporte era utilizado en Alemania como una herramienta de poder. Los éxitos deportivos eran sinónimo de fuerza a nivel internacional, el balonmano era un utensilio más en el aparato nazi.

En los regímenes totalitarios el deporte se utilizaba para demostrar poder

La primera vez que el balonmano disfrutó de presencia en un campeonato internacional fueron los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936. Aparte de los episodios históricos protagonizados por Jesse Owens, el evento sirvió para demostrar el poderío de la Alemania nazi. Acabaron primeros en el medallero, con 89 medallas y 33 de oro. Una de ellas, la de balonmano al aire libre. En el nuevo deporte el paseo de Alemania fue triunfal, apalizando a cada equipo al que se enfrentaba. Sólo Austria, subcampeona a la postre, le puso en algún que otro aprieto en un partido que terminó con victoria germana por 10-6.

El primer Mundial

Dos años después de los Juegos Olímpicos, Berlín volvió a acoger el mejor balonmano de la época, pero esta vez bajo techo. Alemania organizó el primer Mundial, con la colaboración de la Federación Internacional de Balonmano Amateur (la IHF tal y como se conoce en la actualidad no se formó hasta 1946).

Fue un campeonato corto, disputado en dos días apenas, entre el 5 y el 6 de febrero de 1938. Solamente actuaron cuatro equipos: Alemania, Austria, Dinamarca y Suecia.

A diferencia de lo ocurrido dos años antes, no fue ningún paseo para los teutones. Pero sí volvió a ser una victoria importante de la Alemania nazi, lo que reforzaba un poco más la imagen de poder del régimen de Hitler a nivel internacional.

El formato del Mundial fue de liguilla, jugando todos contra todos en tres jornadas. Alemania venció sus tres partidos, contra Dinamarca por 11-3, ante Austria por un ajustado 5-4 y contra Suecia por 7-2. La selección de Austria venció a sus otros dos oponentes y se hizo con la medalla de plata. Suecia, por su parte, ganó la medalla de bronce, gracias a la victoria por 2-1 contra una Dinamarca que se despidió del campeonato sin puntuar.

Era un deporte casi recién nacido, pero ya aparecían las primeras figuras. Era el caso del alemán Hans Theilig y el sueco Yngve Lamberg, que terminaron como máximos goleadores con seis dianas cada uno.

Clasificación final del Mundial 1938
1 Alemania
2 Austria
3 Suecia
4 Dinamarca