En el proceso de búsqueda histórica de los orígenes del bádminton encontramos un deporte disputado con los pies y un volante en China, en el siglo V a.C., llamado Ti Jian Zi. Cinco siglos después, se hizo popular en países como China, Japón, India y Grecia un juego llamado Battledore (las antiguas raquetas) y Shuttlecock (los volantes). En el siglo XVI, la nobleza europea adoptó como entretenimiento el Jeu de Volant, pero no sería hasta el siglo XIX, cuando el bádminton moderno encontró su juego verdaderamente embrionario. Y para ello debemos viajar a Pune, ciudad situada en el estado indio occidental del Maharashtra. La octava aglomeración urbana más grande de la India, con una población actual de 4.596.699 habitantes, y en la que se practicaba un juego similar que oficiales del ejército británico se encargaron de llevar a su país alrededor de 1873. Una vez en tierras británicas, el duque de Beaufort quedó tan fascinado por el Poona que lo practicó con regularidad en su finca campestre de Gloucestershire, conocida como Badminton House, adoptando definitivamente el nombre con el que se le conoce hoy día. El primer club de bádminton se estableció en la ciudad inglesa de Bath en 1873, extendiéndose con posterioridad a Estados Unidos y Canadá.

Alma asiática

Inglaterra se encargó por tanto de expandir mundialmente este deporte, pero no cabe duda que el bádminton posee definitivamente alma asiática. La gravitación incierta del proyectil cónico, el vuelo de las dieciséis plumas del ala izquierda del ganso (de un solo ala para que giren siempre en el mismo sentido), conectan con los ancestros del pueblo asiático, con la tradición de volar cometas. No en vano al golpear el volante o la pluma, esta vuela como un sombrero de bambú llevado por el viento, la vela de un navío o tal vez como la obra del filósofo Mo Ti, que construyó una cometa con forma de ave que estuvo volando tres días como los pájaros. El bádminton, que entró en España por Galicia en los años setenta y se ha instalado definitivamente en Huelva gracias a Carolina Marín, es un ejercicio de meditación y de fascinación. De meditación porque todos los que lo practican caen atrapados en su libre paradoja voladora, en su majestuoso vuelo y su caída en picado. Y de fascinación porque sus jugadores parecen poseer tres brazos, porque es un deporte tremendamente estético y porque entre golpeo y golpeo no media el vuelo de una esfera, sino la vertiginosa incertidumbre de un volante que con la evolución de los materiales alcanza velocidades increíbles.

Garza Real del bádminton mundial

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En la aparente fragilidad del volante, en la elegancia de sus formas, de sus líneas, de sus armoniosas y estilizadas raquetas, ha prorrumpido con fuerza la jugadora onubense, que ha aportado raza e imaginación al bádminton. Raza porque en ella se detecta al instante la pasión de su tierra onubense, algo hasta ahora desconocido para chinas, coreanas e indias, que jamás pueden dar por vencida a Carolina. La jugadora española es incansable, siempre tiene reservada una reacción y un golpe en su zurda de seda. Es además imaginación porque a “golpe” de cambiar en cada volante, de amagar, y mirar hacia un lado para golpear hacia el otro, la han convertido en la “Garza real del bádminton”. No hay que fiarse del aspecto petrificado que ofrece la delgada silueta de la Garza Real, inmóvil al borde de la red. La garza no desdeña nada y la pista de bádminton es la marisma onubense en la que cimienta su leyenda.

No en vano Carolina Marín acaba de completar una gesta solo a la altura de los elegidos, la jugadora onubense se ha convertido en la única jugadora no asiática en obtener el bicampeonato mundial de bádminton, uniéndose a la reducida lista de deportistas chinas que ya lo consiguieron: Li Linweng (1983 y 1989), Han Aiping (1985 y 1987) y Xie Xingfang (2005 y 2006). Además Carolina como en el caso de Xie Xingfang lo ha conseguido de forma consecutiva, demostrando que pese a los problemas a los que se tuvo que enfrentar para llegar en forma al campeonato, debido a una lesión en su pie izquierdo, será difícil bajarla de lo más alto.

Puedo porque pienso que puedo

En el vuelo cadencioso y paradójicamente vertiginoso e impredecible de las plumas de ganso, constituye solo una anécdota que Carolina ocupe temporalmente el nº2 en el ranking mundial, por debajo de Saina Nehwal. Su zurda de oro horada constantemente a sus rivales y el fruto de su trabajo junto a Fernando Rivas hace justicia a la evolución de la jugadora española. Como rezaba el lema del campeonato de Yakarta, “Puedo porque pienso que puedo”, a sus cualidades técnicas, a ese golpeo de remate de Carolina que viaja a la velocidad de un fórmula uno (330 Km/h), suma una cabeza privilegiada que le permite mantener la fe y la concentración en las fases más delicadas de los partidos. La importancia del diván ha sido crucial en la fortaleza mental de Carolina, que es un claro ejemplo de la positiva experiencia de la psicología en el deporte. En su caso, Pablo del Río ha fortificado los ya de por sí privilegiados cimientos de Carolina, incidiendo en la visualización de los objetivos y la superación de los momentos difíciles.

Definitivamente en Huelva nació una niña predestinada para el majestuoso vuelo de los volantes y, aunque en sus inicios los hizo volar en clase de baile flamenco, desde que con ocho años cambió los volantes de su traje por el indescifrable vuelo del ala izquierda del ganso, su vida comenzó a ubicarse en el arduo y dificultoso camino hacia la leyenda. Porque Caro, como la conoce su familia se recorrió España entera junto a su padre, porque con 14 años tuvo que marcharse de su Huelva natal para radicarse en Madrid, en la Blume, en el Centro de Alto Rendimiento. Carolina siempre tuvo esa pegada especial, con ocho años ya se apreciaba que le pegaba diferente, que la pasión que mostraba por este deporte iba a convertir en figuras de arena a las asiáticas.

Lo conseguido por Carolina es de un calado absolutamente excepcional, pues si ya fue toda una proeza romper la tradición y la predominancia asiática en el bádminton, cuando se proclamó por primera vez campeona en Copenhague en 2014, el hecho de ganar en Yakarta a la india Saina Nehwal, la hace entrar definitivamente en la leyenda del deporte español, refrendando su condición pretenatural, como una de las mejores jugadoras de bádminton de todos los tiempos.

Carolina ya es Nadal, es Seve Ballesteros, es Ángel Nieto, es Gasol, es Fernando Alonso, es Fermín Cacho, es Edurne Pasabán, es Arantxa Sánchez Vicario, es Mireia Belmonte, es Almudena Cid, es Gemma Mengual… Es la choquera del barrio de La Orden, que ha conseguido que un deporte con apenas siete mil licencias en España logre tumbar a otros países con licencias que nos multiplican en número y una vasta y amplia tradición histórica. Es la cara elegante y racial del deporte minoritario, la estilizada figura de la “Garza Real del Bádminton”, cuya leyenda anida y vuela en las marismas del sur de España.