Zagreb Arena, 28 de enero de 2018. Son las 21:58 de la noche y quedan treinta segundos para que España se proclame por primera vez en su historia Campeona de Europa. En el banquillo de los Hispanos los jugadores saltan y se abrazan, pero entre todos ellos una figura menuda y pensativa observa la pista.

No hay nada que ver. Los jugadores ya no están jugando. Se pasan el balón unos a otros ante la pasividad de los defensores suecos, pero Jordi Ribera mantiene la mirada fija en el cuarenta por veinte. No importa que vaya a escribir una nueva página en la historia del balonmano español. Con un profundo y patente respeto por el juego, el seleccionador permanece quieto y tranquilo. El pitido final solo es la señal para acercarse al entrenador rival y estrecharle la mano. Parece totalmente ajeno a la proeza que acaban de realizar sus jugadores. Saluda a los árbitros del partido y no es hasta pasado un buen rato que se le ve celebrando la hazaña con su cuerpo técnico.

Poco después, los jugadores abandonan toda distancia prudencial y reconocen su trabajo alzándolo en el aire en una manteada con la que se le intuye incómodo, pero resignado y consciente de la conveniencia de vivir aquel momento con su plantilla. Sabe que ellos se lo merecen, y de la importancia de afianzar su relación con los mismos compartiendo aquel momento.

Los que tenemos la suerte de conocer a Jordi sabemos, que en su mente no hay sitio para festejos. Casi con total seguridad en estos momentos estará pensando en la próxima convocatoria de la absoluta, en los errores cometidos a lo largo del Europeo que acaba de ganar o en cómo organizará la actividad de Sierra Nevada en febrero con los jugadores juveniles.

Los jugadores mantean a Jordi Ribera. Foto: EHF.
Los jugadores mantean a Jordi Ribera. Foto: EHF.

Y es que nuestro seleccionador nacional lo analiza todo. Con objetividad y valentía. Incluso antes del inicio del Europeo, ya nos sorprendió con decisiones arriesgadas. La primera y más llamativa fue la de dejar fuera de la lista a todo un peso pesado como es Víctor Tomás. En su lugar un David Balaguer ya consagrado y un debutante, Ferrán Solé. Nunca sabremos si el papel de Víctor en este Europeo habría sido determinante, pero desde luego podemos decir que la decisión no ha podido salir mejor, no en vano Ferrán ha sido nombrado mejor extremo derecho del campeonato.

Otro al que hizo debutar fue a Adriá Figueras, y sin duda fue otra de las grandes sorpresas. Un pivote muy diferente a Aginagalde en cuanto juego, pero no tanto en cuanto a rendimiento. Otro de los grandes aciertos de Jordi.

Si nos ponemos a analizar el juego, poco hay que decir. Sus propios jugadores destacan la libertad que les da a la hora de jugar. Si algo funciona, ¿para qué cambiarlo? Eso sí, las pinceladas que le ha dado al equipo en determinados momentos han sido clave. Prueba de ello son las reacciones de sus hombres tras el descanso en los partidos frente a Alemania (parcial de 10-2) y en la final ante Suecia (parcial de 11-2). Ahí se ve la mano de un entrenador analítico y meticuloso, con la capacidad de dar en el clavo.

Jordi Ribera en el banquillo de la selección. Foto: EHF.
Jordi Ribera en el banquillo de la selección. Foto: EHF.

Los cambios defensivos con las dos propuestas que llevaba preparadas (6:0 y 5:1), aunque suenan a continuidad, han sido acertados y han dado a la defensa un dinamismo con el que a los rivales les costaba adaptarse.

Las indicaciones durante los tiempos muertos en momentos clave han sido valientes y generalmente acertadas, pero siempre muy claras, directas y concienzudas. No se le ha visto titubear. Nunca se ha mostrado nervioso o dubitativo. En todo momento ha transmitido la sensación de mantener el control, y eso es de agradecer en partidos en los que los pequeños detalles y los estados de ánimo determinan la victoria.

La necesaria remodelación de la selección que ha iniciado Jordi Ribera en este Europeo hacía presagiar una etapa de transición en la que España se alejaría de los puestos de podium, sin embargo, se ha producido de forma tan gradual que no solo nos ha deparado este histórico éxito, sino que vislumbrando el futuro, invita al optimismo. Jugadores como Ferrán Solé, David Balaguer, Aitor Ariño, Alex Dujshebaev o en menor medida su hermano pequeño, Daniel, han empezado a coger las riendas de un equipo que ya ha elevado el listón a lo más alto, y seguro seguirá sorprendiéndonos con nuevas metas y un porvenir que apenas podemos imaginar.