El nombre a la mayoría de los seres humanos, nos viene impuesto por los progenitores, pero los apodos se ganan con las acciones, con el devenir de los actos que se llevan a cabo en la vida. Henrik Lundqvist se ganó el de "King", monarca no solo de su pintura azul y los tubos rojos, si no además de una franquicia y una ciudad que desde ya, le recordarán para siempre con una prueba de su extraordinaria carrera. El número 30 que lució en su uniforme ya no lo hará de nuevo en un uniforme de los blueshirts y junto a su nombre colgará del techo del Madison Square Garden.

Un corazón a prueba de bomba

Si algo demostró la ceremonia celebrada en el santuario de los Rangers, es que el corazón de Henrik Lundqvist ya no sirva para propulsar su cuerpo en una portería de la NHL, pero si evidencia algo muchísimo más importante, que si propulsa una vida dedicada a nuevos fines pero que sin duda podrá llenar de más satisfacciones y logros al zurrón pleno de galardones deportivos.

Así Lundqvist pudo soportar una ceremonia que durante 50 minutos, tocó ese corazón de manera constante, con un público que no paró de corear su nombre, el testimonio de otros Rangers que le precedieron en tal honor, como el también guardameta Mike Richter, de los que fueron sus compañeros en forma de vídeo homenaje que abrió la ceremonia, e incluso la presencia de un John McEnroe, amigo personal de Lundqvist que le hizo obsequio de una guitarra eléctrica decorada por el artista que pintaba habitualmente sus máscaras de portero.

Foto: foreverblueshirts.com
Foto: foreverblueshirts.com

El acto final, el izado del dorsal número 30 lo vio el protagonista junto a su mujer e hijas, un homenaje más que merecido y que nadie puede discutir desde que se hizo público este honor.

Larga vida al rey, King Henrik Lundqvist.