Los números de Lleyton Hewitt asustan, pero suponen solo una aproximación muy superficial a lo que realmente este jugador representa. Australia, uno de los países en los que el tenis es más seguido y cuna de míticos jugadores como Rod Laver, ha asistido a la evolución de este jugador. Porque si hay una palabra que define la carrera de Hewitt, es ésa: evolución. Tanto en su juego como en su carácter.

Unos inicios tan precoces como victoriosos

Cuando en 1997 un joven imberbe de 15 años saltaba a las pistas del Australian Open para enfrentarse a Sergi Bruguera, ya existía un cierto runrún acerca de sus bondades como jugador. Tan sólo el hecho de estar compitiendo al máximo nivel con esa precocidad llamó la atención de todo el mundo del tenis. A pesar de su derrota a manos del jugador español, apenas un año más tarde se hacía con el primer título de su carrera, y qué mejor que hacerlo en su propia casa: Adelaida.

Hewitt supuso una revolución en el estilo de juego

Un adolescente desgarbado, de ropa suelta y gorra hacia atrás, saltaba a la fama. En un circuito dominado por míticos jugadores como Sampras, Agassi o Kafelnikov, el tenis australiano vivía una época de auge con Patrick Rafter y Mark Philipoussis, que encarnaban a la perfección el estilo aussie: saque-volea. Hewitt dio una vuelta de tuerca. Incansable de fondo de pista, se convirtió en uno de los mejores restadores de la historia y se erigió en todo un maestro en hacer que sus rivales pierdan -no solo el partido, sino también los estribos- y capaz de jugar bien en todas las superficies. A ésto le acompañaba un espíritu indomable, desafiante, que le granjeó la fama de chulo, provocador e incluso racista. Esto último debido a un incidente con Blake en el US Open de 2011, cuando dejó entrever que el juez de línea estaba ayudando al estadounidense por ser ambos de color. Tan venerado en su país como criticado por jugadores y aficionados foráneos, Hewitt convirtió el grito de Come on en seña de identidad, acompañándolo de un desafiante gesto que sacaba de quicio a algunos de sus rivales. Así ocurrió frente a Coria en la Copa Davis, y especialmente frente a Juan Ignacio Chela en el Open de Australia de 2005, cuando tras un intercambio verbal, el argentino llegó a escupir a Hewitt (minuto 2:00 del vídeo).

Dos Copas Davis y dos Grand Slam en sus vitrinas

Más allá de sus extravagancias, Hewitt resultó ser una especie de Mesías para el tenis australiano. A medida que llegaba el ocaso de sus compatriotas, el de Adelaida se convirtió en un emperador de su país por todo el mundo, y siempre se mostró encantado de jugar la Copa Davis, algo que aún hoy hace, llegando a ganarla en 1999 y 2003. Ésta última fue contra España y logró derrotar a su íntimo amigo Juan Carlos Ferrero, a cuyo homenaje de retirada en Valencia no dudó en acudir.

Ganador de dos Grand Slam (US Open 2001 y Wimbledon 2002), es realmente significativo que un jugador de sus características fuera capaz de vencer en el All England Tennis Club, territorio reservado hasta ese momento para jugadores de ataque y saque-volea. Esto da muestra de la capacidad de adaptación y lucha de este titán, que ha sido capaz de forjar una leyenda con un saque nada desequilibrante. Su variedad de golpes y capacidad para jugar de fondo quedan de manifiesto en el que está considerado uno de los mejores puntos de toda la historia del tenis, como es el que disputó con Roger Federer en Indian Wells 2005.

Copa de Maestros: paraíso para Hewitt

Presente en cuatro ediciones de este torneo -años 2000, 2001, 2002 y 2004-. A pesar de que en 2005 acabó el año entre los ocho mejores, decidió renunciar a su plaza para la Copa de Maestros ya que esperaba que su mujer, Bec Cartwright, diera a luz en el transcurso del torneo.

Se alzó con el título en 2001 y 2002

En su debut en esta competición, Hewitt no logró pasar la fase de grupos, al caer ante Marat Safin y Álex Corretja, aunque fue capaz de vencer a Pete Sampras. Sin embargo, un año después, el australiano pareció haber aprendido de esas derrotas y se mostró intratable durante todo el evento, cediendo solo un set en los cinco partidos que disputó, y fue en la fase de grupos contra el que a la postre se convirtió en su rival en la final, el francés Sebastián Grosjean. Por aquel entonces, la final se disputaba al mejor de cinco sets. El marcador final fue de 6-3, 6-3 y 6-4. Esta victoria fue especialmente importante ya que con ella se convirtió en número 1 del mundo, puesto que ocupó durante 80 semanas.

Ya en 2002 Hewitt revalidó su título, protagonizando una de las mejores finales de toda la historia de este torneo. Juan Carlos Ferrero y Lleyton Hewitt se batieron en un duelo a tumba abierta que se fue a los cinco sets. Fue un encuentro vibrante y de mucha calidad, en el que ambos contendientes practicaron un juego vistoso y de mucha garra.

Hewitt besando su segunda Copa de Maestros, en 2002. (AFP)

Finalista en 2004 cediendo ante Federer

La última aparición en la Copa de Maestros de Lleyton Hewitt data de 2004, en Houston. Tras vencer a jugadores de la talla de Gaudio, Moyá y Roddick, el australiano dio la alternativa, en términos taurinos, a un joven prodigio suizo que ya era una realidad y que apuntaba a convertirse en uno de los mejores jugadores de la historia, como así ha sido. En apenas una hora y media de juego, Roger Federer liquidó al australiano, y dio una clara muestra de que el período de éxitos de Hewitt se veía seriamente amenazado.

El ocaso de su carrera y su legado

Desde 2007 los resultados de Hewitt no han sido especialmente destacables. Diversas lesiones en el pie y, sobre todo, en la cadera, que le han hecho pasar hasta en tres ocasiones por el quirófano, frenaron en seco la carrera del aussie. Además, Hewitt logró consolidar su vida sentimental. Tras separarse abruptamente de la tenista belga Kim Clijsters en 2004, Lleyton se casó a finales de 2005 con Bec Cartwrigh, con la que ha tenido tres hijos.

Ganador en Brisbane y Newport en 2014

Actualmente Hewitt mantiene la ilusión por este deporte y no hace caso de las elucubraciones sobre su retirada. El australiano parece amar de verdad el tenis y disfrutar sobre las pistas ahora que no tiene la presión competitiva de antaño. Una de las cosas más difíciles que existen para un exnúmero 1 del mundo es percibir cómo años después tiene que trabajarse cada victoria contra jugadores que no conoce o que vencía con claridad en su etapa dorada. En ésto es un maestro el australiano, al que no se le caen los anillos por ponerse el mono de trabajo ante cualquier jugador del ranking. En 2013 el australiano dio alguna sorpresa, como fue la eliminación de Wawrinka en primera ronda de Wimbledon, y especialmente destacable resulta su título en 2014 de Brisbane, donde venció en la final al mismísimo Roger Federer. También venció en Newport a Ivo Karlovic en la final.

El legado de la carrera tenística de Hewitt es notable y especialmente en uno de sus torneos fetiche: la Copa de Maestros, un campo de batalla en el que el guerrero siempre se sintió a gusto.