Entre las rivalidades de más arraigo, de más pasión y de más orgullo, siempre existirán reglas no escritas a las que los diversos participantes de una institución tendrán que apegarse, con el fin de no ser juzgados de forma negativa por los aficionados, compañeros y demás personajes, según sea el caso.

Entrando en detalle, el aficionado a un club tiene estrictamente prohibido siquiera pensar en ponerse alguna vez los colores de su rival. De la misma manera, un directivo jamás podrá hacer negociaciones para que alguno de sus jugadores pase al club antagonista. Por lo tanto, un jugador –primordialmente, si se ha ganado un lugar en la historia de un club– tiene la total restricción de pasar al odiado rival y traicionar a quien tanto le dio.

Aunque ese es el panorama ideal que deberían acatar todas las partes de un club que cuente con una rivalidad de índole importante, está claro que, al ser ‘reglas no escritas’, el apego que los participantes le den, quedará a consideración de cada uno. Por la misma razón, la realidad dicta que existen aficionados sin el mínimo reparo en cambiar de colores cuando sienten que su equipo no tiene nada más para ofrecer; directivos, que en su afán de generar un ingreso importante, no ponen ninguna traba en negociaciones por jugadores importantes y, jugadores, que cuando se ven tentados por el reto, el dinero o simplemente son indiferentes ante los colores que visten, bien pueden cambiar de aires y jugar un clásico del lado opuesto.

Omar Bravo es uno de los jugadores más importantes en la historia ‘moderna’ del Club Guadalajara. Incluso, obviando a las legendarias figuras del ‘Campeonísimo’, el sinaloense puede jactarse de poseer un lugar privilegiado en el corazón del aficionado rojiblanco. Un lugar sustentado por su constante buena respuesta en la cancha, misma que le valió para convertirse en el segundo máximo anotador en la historia del Rebaño. Entonces, ¿por qué no se apegó a las reglas no escritas del fútbol?

Tras su paso por el fútbol de la MLS, con el Sporting Kansas City, la carrera del nacido en Los Mochis vislumbraba no dar para mucho más. A su regreso a México, con Cruz Azul, el delantero no dio lo que se esperaba de él y su último barco parecía ya haber zarpado. Y luego llegaron los rojinegros y todo cambió para bien.

El sinaloense puede jactarse de poseer un lugar privilegiado en el corazón del aficionado rojiblanco

Si Omar Bravo ya tenía ganado un puesto en la historia del Guadalajara, jugar para el Atlas seguramente fue uno de los pasos más complicados a dar en su carrera. Las circunstancias, que ya ponían al veterano muy cerca del retiro, hacían suponer que ir al cuadro académico le daría el tiro de gracia. No obstante, lejos de cualquier pronóstico, terminaron por darle la razón y ser ampliamente favorecedoras, al darle el empuje necesario para continuar su carrera, jugando a un excelente nivel.

El recibimiento de Bravo con el otro club importante de la ciudad, no fue ni remotamente positivo. Aunque estaba claro que el panorama era difícil, las críticas hacia Omar por su pasado en Chivas, venían combinadas con las críticas hacia su juego, mismo que hacía desconfiar a la gran mayoría. Por eso que el atacante se convirtiera en el bastión de los Zorros recién enfundado en su casaca, sorprendió a su gran mayoría y cerró muchas bocas.

En su paso por Atlas, Bravo convirtió 13 goles ligueros y participó en 33 encuentros. Asimismo, fue parte importante de uno equipo que libró satisfactoriamente el descenso y practicó uno de los futboles más agradables del torneo Clausura 2013. La afición atlista pensó que había ganado a un ídolo en él. Aun así, aunque el profesionalismo del mochiteco siempre quedó de manifiesto, su corazón terminó por decepcionar a quienes ya lo acogían como si siempre hubiera estado ahí.

Su regreso al Guadalajara podría tacharse de surreal. Omar pasó un año en Atlas y, a la mitad de su camino, fue confirmado para volver con Chivas. La polarización estaba clara: había quienes lo veían como un traidor, había otros que entendían sus circunstancias y lo ‘perdonaban’. Lo cierto, fuera como fuera, es que la expectativa era grande; su juego estaba, si no mejor, al menos igual que en muchos de sus pasajes con los rojiblancos.

De nuevo con el equipo que lo vio nacer, su talento no ha quedado de lado. Aunque su accionar numérico podría dejar de manifiesto un ligero bache en comparación con el que tuvo con el odiado rival, cumpliendo el tercer torneo con el Rebaño, Omar suma 13 goles en 33 apariciones. No obstante, la magnificencia de la situación, verdaderamente se refleja en su diferencia de menos de 10 goles con Salvador Reyes, misma que le permitiría conseguir la máxima gloria individual que puede tener un delantero: convertirse en el más grande goleador de un club.

La historia de Omar Bravo en el fútbol tapatío lo colocará como uno de los personajes más emblemáticos de los que se hablará por mucho tiempo. Nació con Chivas y se convirtió en parte importante de su historia; renació con Atlas e hizo amigos a sus enemigos y viceversa por medio de brillantes actuaciones; regresó a Chivas y busca ponerle la cereza en el pastel a una trayectoria emocionante.

El delantero ha vivido momentos emocionantes como jugador del Guadalajara y como jugador de Atlas. Por eso, aunque en ambos bandos habrá división de opiniones, ya logró lo que muy pocos futbolistas logran a lo largo de su carrera: estar en boca de todos, erradicando completamente la indiferencia de dos parcialidades que, en teoría, no tienen nada en común.