Lejos están las épocas donde ‘el amor a la camiseta’ era una obligada cualidad del futbolista. Para el aficionado, que el jugador contara con sentimiento hacia el club que le pagaba el sueldo, era innegociable. Y aunque aún hay aventurados que predican tal pensamiento, la realidad es que el futbolista, más que para sentir a un club, está para cumplirle; para lograr desquitar su sueldo y para honrar su papel de profesional del deporte.

Cuando el futbolista demuestra entrega en la cancha y a ésta le suma su talento innato, el hincha puede sentirse satisfecho. El jugador que viste sus colores ‘se la está rompiendo’ por su equipo; si lo quiere o no lo quiere, ¿qué más da? Lo verdaderamente importante es que desquita lo que le pagan, alegra a la tribuna. Es un verdadero futbolista profesional.

Y es entonces cuando el preámbulo se entrelaza con una corta (pero sustanciosa) historia entre un jugador uruguayo y el Puebla, en el no tan lejano año 2013.

El drama

El torneo Apertura 2013 no pintaba de buena forma para el Puebla. El paupérrimo trabajo de Manuel Lapuente obligaba a su cese como director técnico y La Franja ni siquiera había sido capaz de completar su cuota de extranjeros, tras la repentina salida de Segundo Castillo al fútbol de Arabia, ya iniciado el campeonato.

En Argentina, River Plate se preparaba para su respectivo torneo. Ramón Díaz armaba a su plantel y, aún cuando contemplaba la continuidad de uno de sus extranjeros uruguayos, los cupos obligaban a la también repentina salida del mismo. El uruguayo que salía de El Millonario de la noche a la mañana por la puerta de atrás se veía forzado a tomar una decisión: parar seis meses en lo que su proceso de naturalización argentina le permitiera regresar a River o mantener ritmo en México y no desperdiciar el tiempo.

La demostración

Y es así como llegó Carlos Sánchez a Puebla. Aunque sus palabras en la presentación hacían alusión al excitante reto que representaba venir al fútbol mexicano, la decepción que le hacía salir de uno de los equipos más grandes del mundo era evidente. Aun así: llegó, rompió el mito de la ‘prolongada adaptación’ y en cuestión de diez días hacía su debut con La Franja en un partido que terminó por ganarse ante Atlante.

Sánchez llegó a Puebla, jugó cuanta posición en el campo se le delegó y demostró que era uno de los jugadores más rentables que los Camoteros adquirieron en, al menos, una década. El uruguayo, sin tener un plantel vasto a su alrededor para exponenciar su innato talento, fue el gran referente de La Franja en toda su estancia, se ganó el cariño y respeto de la afición y orillaba a la directiva poblana a comprar su carta, misma que parecía tener un precio módico en comparación con el gran talento del ‘Pato’.

La consolidación

El resto es historia: Puebla no fue capaz de retener a su mejor jugador, Sánchez regresó a River Plate con sed de revancha, en su año de regreso fue campeón de la Copa Sudamericana y fue elegido como uno de los tres mejores jugadores del continente por el diario uruguayo El País.

Su gran talento saltó a la vista, no solo de Óscar Washington Tabárez, sino de Gerardo Martino. El jugador que había salido de forma sombría un par de años atrás de Argentina, ahora era la nueva joya que ya peleaban las dos selecciones celestes. El uruguayo, fiel a sus raíces, jugó por su país de nacimiento y participó en la Copa América del 2015; su último salto, antes del momento cumbre de su carrera: llevar a River a lo más alto, ganando la Copa Libertadores y siendo elegido ‘Mejor Jugador de América’ en 2015.

El regreso

Poca o nula noción tiene la prensa mexicana de la magnitud de Carlos Sánchez en Puebla. Incluso, la generalidad apunta a que fracasó en aquella etapa y ha marcado un sesgo importante en la opinión pública, haciendo suponer al aficionado nacional que Sánchez pasó de noche. La realidad, sustancialmente alejada de dichos supuestos, mantiene en la mente del aficionado poblano al ídolo que no duró; a uno de los mejores jugadores que vinieron a Puebla en los últimos años, pero que no tuvo tiempo de forjar una historia y, peor aún, solo hasta salir del club demostró su potencial total.

Sánchez regresa a Puebla por primera vez desde su salida del club. Sus palabras lejos están de mostrar nostalgia o interés en el cuadro blanquiazul. Su carácter, poco o nada ha permitido que exprese qué le dejo La Franja y qué representa para él su retorno a la última ciudad en la que vivió, antes de consolidarse como un crack continental.

Por lo pronto, la gente espera ansiosa. Con aplausos o con abucheos, solo una cosa será segura, el regreso de ‘El Negro’ (como le apodan en Sudamérica), no pasará desapercibido entra la afición. El ídolo efímero vuelve a la que fue su casa durante un año; el mal sabor de boca queda, al volver como un invitado más y no como el anfitrión que fue en aquel momento.