Llegaste a su vida en un momento de confusión, en un momento de tristeza, alimentándolos de esperanza y dándoles de beber de un lago que reflejaba todos sus deseos. 

Sofocaste las penas en la presión de una afición ávida de triunfos, les diste de comer de tu mano y de matices llenaste una ilusión.

Un suspiro fue lo que duraste, y solo un latido fue lo que dejaste en el corazón de aquellos que confiaron en ti. Ahora mueren lentamente.

Pero no todo fue tu culpa, maldito el momento en que les vistió la desconfianza. Hoy se pierde entre tinieblas y dudas que se pintan en los rostros, ahogadas en el sinsabor del último lugar general. 

Las ideas se agotan, pero también la paciencia. La afición que algún día te pudo llegar a amar, hoy busca al olvido en la mitad de la noche, una noche que fue sellada por la marca de tres eternidades manchadas de gris. 

Un susurro del viento clama perdón por el tiempo transcurrido. Finalmente, la balanza se inclinó hacia el sufrimiento, y las alegrías se borrarán en los recuerdos que ya no gritarán tu nombre. 

Ahora ya no alcanzaron las ganas, la energía de correr todo el partido; tampoco alcanzaron las palabras ni los tiempos de escritorio, hoy ya no alcanzó nada, y es momento de firmar tu partida.

La sordera agobiante de tanto reclamo ya no te vestirá de gala, y tu cándida llegada hoy se cierra con la lucidez de la memoria, una memoria que asoma rostros conocidos al club

No te preocupes por nada, quizás vengan cambios positivos en tu vida. ¿Y ellos?, ellos sufren ahora, pero estarán bien, encontrarán a otro amor en poco tiempo y encontrarán a alguien que devuelva el brillo de sus miradas. Ya luego decidirán el momento de  añorar un nuevo adiós. Por lo pronto, el equipo está apagado, pero la afición no.