Después de mucho tiempo, la afición arribaba al estadio con una sonrisa producto del presente del club, y ya no solo producto de una esperanza fingida o edificada en el anhelo de lo que muchos deseaban ver, pero que no llegaba.

El escenario estaba puesto para un festejo planeado y deseado, y no como aquellas monotonías en donde no se tenía mucha idea de cómo se habría de celebrar.

Luego de una jornada futbolística demasiado gris, era momento de ver a unos Rayos y a unos Bravos que, al menos en el nombre, llevaban la fuerza para brindarnos un buen encuentro. El problema es que el pincel utilizado para pintar el juego estaba desgastado, y, con trazos sin tono ni iluminación, el encuentro tuvo pasajes bastante desolados.

Un objeto amorfo y afligido corría por el empastado, sin una sola idea de qué es lo que hacía ahí, con un mal trato y con la mente carente de insinuaciones de peligro.

Lo único que aún los mantenía de pie era la remembranza de sus dos juegos anteriores, aquellos en donde con un manojo de anotaciones y con una portería intacta habían hecho resurgir toda ilusión.

La alegría de las gradas poco a poco fue mutando en silencio y angustia, a tal grado que lo único que se escuchaba era el silbido del viento entonando un presagio poco alentador.

Las fuentes estaban llenas, el estadio activo y las gargantas humedecidas para el grito de un gol que aún no llegaba, pero el contagio y el impulso fue tan grande que llegó hasta los botines de un Maxi Salas que, con viveza y audacia, asistió a un neófito Arcadio que se estrenó en Liga Mx, convirtiendo aquello en una ciudad calma y serena, imagen equivalente a la novela homónima que lleva su nombre. ¡Nos madrugaron a todos!

De pronto, un salto de longitud —cuya extensión fue de 10 lugares en la tabla— hizo olvidar momentos del pasado para salir a celebrar: el festejo tenía mucho siendo necesario, pero al fin ya había un motivo llevarlo a cabo.

‘Jornada doble’ perfecta, 9 puntos de 9 disponibles, logro máximo desbloqueado que también nos permite encumbrar los 289 minutos con la portería invicta.

Al final, el grito del gol fue tan expansivo que, aunado al viento, sopló 98 velas que hoy nos recuerdan la grandeza de este club. Al menos mientras se pueda, hay que buscar los pretextos necesarios para no dejar de apoyar y sentir orgullo de los colores que se portan.

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