Se fue la mitad del torneo para Necaxa, acumulando un mal rendimiento que —esta jornada— lo podría dejar fuera de los doce primeros lugares de la tabla general.

El día de ayer, entre pesares rojiblancos y emociones de la afición visitante, el resultado fue desastroso de principio a fin.

El funcionamiento nunca existió, y el encuentro vino a confirmar el mal momento que se vive en el entorno deportivo, un momento que comenzó hace algunos encuentros, y que agrega un acento más a los errores del transcurrir de los minutos. Ahora ya hay tantos acentos, que esto es —verdaderamente— un horror ortográfico.

La segunda etapa del jefe a cargo ha sido bastante pedregosa, el camino que se encontró esta vez ha tenido más complicaciones. Una vereda que apuntaba al horizonte, con pastizales inmensos a las orillas y un vergel de flores  doradas emulando tres estrellas, se ha ido marchitando y cambiando su aspecto de forma radical. Hoy todo el ambiente se ha teñido de gris, pero lo peor es que ese camino que se ha recorrido, hoy parece que está llegando a su fin, y unos pasos más los llevarían al precipicio.

Nada ni nadie puede cambiar lo que se ha vivido en estos últimos juegos, no existe milagro alguno que pueda alterar el presente del club, pero una mirada bastaría para arreglar el futuro; sin embargo, ¿qué se hace cuando el suplicio ya es ciego?

Algunos fragmentos del honroso club hoy se empiezan a caer, silenciosos y afligidos por el letargo de la derrota, ya sea desde adentro o desde afuera, pero se están desmoronando. Antes de que esto se pierda completamente, se deberá encontrar una solución, antes de que se alargue el tiempo sin anotar, antes de que se extienda la racha de no poder vencer o, simplemente, antes de que se acabe la paciencia de la heroica afición que solo tiene reclamos para regalar.

Segunda semana consecutiva en la que solo quedó levantar el balón —del fondo de las redes— en tres ocasiones, pero que no se fue capaz de otorgar un grito de alegría para los seguidores que, con lluvia o con viento, se dan cita desde cualquier punto para disfrazar una angustia en forma de esperanza. El resultado ya se conocía desde antes de que se iniciara el encuentro, pero el optimismo de la afición es más fuerte y más grande que las ganas de jugar de algunos.

El día de ayer llegó un refuerzo al club, dejando un sentir en la afición de que, para rescatar este torneo, hicieron falta muchos más.

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