Vuelve la Liga BBVA para el Athletic. Después de encallar en Granada y solventar en los últimos instantes su pase a la siguiente fase de la Europa League al vencer en Alemania al Augsburgo, la nave rojiblanca pone rumbo al sudeste de Madrid. Rayo Vallecano y Athletic se medirán el próximo domingo en un partido que suele registrar unos altos guarismos anotadores, desde el 2-3 con hattrick de Fernando Llorente a la victoria local del último curso, pasando por los tres goles anotados por Mikel San José, Óscar de Marcos y Ander Herrera que brindaron al club vizcaíno la posibilidad de disputar la Champions League 16 años después.

Valentía con balón

El Rayo es el último heredero de una estirpe a punto de extinguirse dentro del balompié moderno. Vallecas es mucho más que un extrarradio madrileño de clase obrera y fruto de ello es su equipo, representante del fútbol de barrio, donde los axiomas se simplifican: el protagonista es quien maneja la pelota y la acaba por introducir en el arco, sean dos piedras o dos palos y un larguero. Paco Jémez conoce de primera mano cómo se cuecen las habas en el Valle y dispone siempre un equipo sin complejos, bullicioso, dicharachero, cariñoso con el cuero y valiente, hasta rozar en ocasiones la temeridad. En el barrio los partidos se ganan así, protegiéndose lo justo. Y si se cae al piso de tierra y una herida comienza a sangrar, se limpia y vuelta al frente, que para eso se ha venido a jugar.

Un equipo en ocasiones temerario

Cuando cualquier equipo en pos de la salvación priorizaría mantener inviolado el cerrojo de sus mallas, el Rayo Vallecano hace la carrera del salmón, nadando contracorriente. Los madrileños necesitan cobijarse al calor del balón y atacar, atacar y atacar, casi de manera enfermiza, ingenua e insensata. El cuadro franjirrojo lleva en su ADN valores contraculturales inculcados desde hace algunas temporadas y que hacen que más de uno se tire de los pelos cuando ve a los centrales rayistas jugar con fuego al intentar sacar la pelota limpiamente desde atrás, siempre en salida lavolpiana. O cuando buscan la yugular del mismísimo Barça en el Camp Nou a pecho descubierto y con el cuchillo entre los dientes.

Javi Guerra es el hombre gol

Un equipo que figurará en los antónimos de los manuales del resultadismo y que sin embargo, obtiene resultados francamente buenos, especialmente si se atiene a sus más que exiguas condiciones económicas. No hay lujos ni sobra el dinero en Vallecas, pero sí el orgullo y el gusto por el buen fútbol. Todo empieza en Trashorras, acostumbrado a recibir muy atrás (en ocasiones en zonas de los laterales) para iniciar las transiciones en corto, buscando la aceleración de los extremos o de los mediapuntas, sean Ebert, Jozabed, Pablo Hernández, Bebé o Embarba. El objetivo es remover las defensas rivales y en aguas revueltas, ya se sabe, ganancia de pescadores. Entre ellos hay pocos como Javi Guerra, viejo artesano del gol.

Posesión de balón para abrir a los rivales

El delantero malacitano es el nombre propio del Rayito en este inicio de temporada, aunque tras él aguardan mosqueteros como el fino Pablo Hernández, el irregular Ebert o Jozabed, generalmente en la mediapunta del 4-2-3-1 que utiliza Paco Jémez. En los costados también pueden comparecer Embarba o Bebé, este último más dotado con espacios abiertos y poco diestro para ardides en distancias cortas. Cierra delante de los centrales y junto a Trashorras el exespanyolista Raúl Baena, mientras que en el lateral siniestro siempre es un peligro el templado pié izquierdo de Razvan Rat. Si arrecia tormenta en Vallecas, siempre puede comparecer en cubierta Manucho, tallo angoleño de 190 centímetros, con sus obvias ventajas y limitaciones.

Expuesto en defensa

El brillante volante y delantero brasileño Elba de Padua Lima, Tim, pasó a ocupar una entrada en la enciclopedia balompédica gracias a una máxima que se cumple a rajatabla con el Rayo Vallecano: “El fútbol es una manta corta; si te tapas los pies te descubres la cabeza, si te tapas la cabeza te descubres los pies”. Pujante arriba y a menudo descuidado atrás, el equipo de Jémez coge frío por los pies. Su idea defensiva es sencilla, que no simple: tener el balón. Presiona siempre en bloque alto, con hasta siete u ocho jugadores en campo contrario, intentando robar con celeridad e iniciar la fase ofensiva lo más cerca posible del portero contrario.

He ahí el principal talón de Aquiles rayista. Si el Athletic logra superar los primeros segundos de presión franjirroja, grandes praderas tendrá para marchar al galope hacia Juan Carlos o el recién llegado Yoel. Pese a ello, el Rayo no desiste de sus ideas e incluso trata de perfeccionarlas, ya que paralelamente es capaz de utilizar la posesión de balón para defender un resultado favorable, como ante Granada o Las Palmas, para lo cual progresivamente va adelantando líneas de manera coordinada para evitar que el oponente se eche encima y donde se puede apreciar el trabajo de un entrenador formidable. Los últimos parapetos de la barricada rayista son el tibio Zé Castro y Diego Llorente, joven canterano madridista que llama la atención por capacidad para el despliegue y para comenzar a mover la pelota desde atrás.

Pese a sus medios, el Rayo consigue salvarse con holgura

Apretará de lindo el Rayo así como también lo hará el populoso Estadio de Vallecas, sabedor de que muy probablemente esta temporada su equipo sufra algo más de la cuenta para conseguir llegar a Ítaca. Si bien es cierto que los de Jémez suben sus prestaciones en la segunda vuelta y que de momento están fuera de los puestos de peligro, algunos contemplan con temor la amenaza del descenso. No es sino otra muestra de los espléndidos años que Jémez y el Rayo Vallecano están regalando últimamente en Primera División, capaces incluso de pelear por puestos europeos y tratar de tú a tú a aristocracias del fútbol español. Un equipo humilde y corajudo que quiere jugar como un grande.

Foto de texto: Javi Guerra celebra su segundo gol al Espanyol con Llorente | Rayo Vallecano.