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Puebla – Tigres, la última final de Copa de los Camoteros

Tras 24 años, Puebla vuelve a una Final de Copa en la búsqueda de su quinto título, mismo que lo coloque como uno de los más grandes ganadores en la historia de esta competencia.

Puebla – Tigres, la última final de Copa de los Camoteros
Foto: puebla80s.blogspot.com
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Por Daniel Merino

El Puebla FC es uno de los equipos añejos del fútbol mexicano; sus 70 años de historia, los cuales lo han hecho estar presente casi desde el inicio –apenas un año después– de la profesionalización del fútbol mexicano, hacen que sea considerado uno de los clubes de más tradición en México. Asimismo, la franja azul que lo ha acompañado a lo largo de todo este tiempo y una serie de logros obtenidos en el camino, le han guardado un lugar en la posteridad, permitiéndole dejar una huella imborrable.

El pasaje más brillante de La Franja, data de la temporada 1989-1990. Aquel plantel, comandado por Manuel Lapuente, arrasó con la Liga y también venció en la Copa, logrando acreditarse el mote de ‘Campeonísimo’; algo de lo que pocos equipos en México pueden jactarse y muestra clara del tremendo equipo con el que contaba la Angelópolis en esa época. Ahora, en vísperas de una nueva Final, merece la pena recordar lo sucedido 24 años atrás.

Corría el mes de abril de 1990 y Puebla accedía a la última instancia de Copa tras dejar fuera al Monterrey. Por el otro lado, Tigres vencía a América y dejaba definida la Final, misma que empezaría en el Estadio Universitario. El partido allá no fue nada sencillo para los Camoteros; con goles del campeón del mundo, Sergio Almirón y de Jorge Gama, la UANL se perfilaba a ganar el campeonato, donde incluso perdiendo por la mínima en la visita, le alcanzaba para alzarse con el título.

No obstante, Puebla llegó al Cuauhtémoc motivado y, apenas a tres minutos de haber iniciado el juego, logró descontar por conducto de Edgardo Fuentes, tras servicio por banda izquierda de Javier ‘Chícharo’ Hernández. Para el minuto 20, luego de un gran cobro de tiro libre de Jorge ‘Mortero’ Aravena, el rebote fue empujado de cabeza y Carlos ‘Búfalo’ Poblete dio la anotación que dejaba la situación pareja de nuevo.

Para poner el partido complicado otra vez, Almirón anotó el 2-3 global que favorecía a su equipo y volvió a obligar a Puebla a hacer dos más; además de la desventaja global, el gol de visitante servía como factor de desempate. Para suerte de los Camoteros, el ‘Mortero’, mostrando una vez más el valor de su zurda, empató el global nuevamente y dejó la mesa puesta para un segundo tiempo en donde los regiomontanos tenían que cuidar su puerta de no caer una ocasión más.

Tigres controló el trámite del encuentro en toda la segunda parte, dando prioridad al cuidado del marcador, antes que buscando el gol que les asegurara el título. Puebla, por su parte, no encontraba la llave para lograr hacerse de esa anotación que le diera la ventaja y que le permitiera ponerse al frente por primera vez en toda la final. La situación fue así por todo el segundo tiempo, hasta que en el minuto 83, por conducto de Marcelino Bernal, Puebla al fin logró el tanto que le daba la Copa.

El 18 de abril de 1990, los Camoteros daban el primer paso para conseguir el doblete, el cual se consumaría un mes después. Aquel Puebla de Pablo Larios, Edgardo Fuentes, Roberto Ruíz Esparza, Sergio Almaguer, Ángel Torres, Arturo Álvarez, Arturo Orozco, Arturo Cañas, Jorge Aravena, Carlos Poblete, Marcelino Bernal, Javier Hernández, Edivaldo Martins y José Manuel de la Torre, entre otros, regalaba uno de los pasajes más recordados en la historia del fútbol mexicano.

Ahora, más de dos décadas después, La Franja vuelve acceder a una última instancia copera, en una época de contrastes. Puebla ya no es el equipo poderoso de antaño y lleva mucho tiempo sumido en una crisis que lo tiene más cerca del infierno que de la gloria. Aun así, la Final de Copa MX del presente, es una gran oportunidad para que los Camoteros reivindiquen en el camino y, después de tanto tiempo, logren darle paso a un nuevo trofeo, mismo que permita desempolvar sus vitrinas, esas que en el pasado se fueron llenando y que al día de hoy llevan mucho tiempo sin exponer hazañas nuevas.